El General Victorioso
Había una vez un reino en el que gobernaba un Rey muy envidioso. Este Rey siempre quería ser el centro de atención y sentirse adorado por todos sus súbditos. Sin embargo, algo inesperado sucedió.
Uno de los generales del ejército del reino se ganó el cariño y la admiración de la gente gracias a sus hazañas heroicas y su gran corazón.
La gente lo aclamaba por las calles y le pedían autógrafos e incluso fotos para recordar a tan valiente hombre. El Rey comenzó a sentir celos de todo ese amor que la gente le tenía al general, ya que él quería ser el único en recibir toda esa atención.
Así que decidió hacer algo para remediarlo. Un día, convocó al general a su castillo y le dijo: "General, estoy muy contento con tu desempeño en el ejército, pero creo que es hora de que te retires".
El general estaba sorprendido por esta petición repentina del Rey, pero aceptó sin decir nada más. La noticia corrió como pólvora entre los ciudadanos del reino, quienes no podían creer lo que estaba pasando.
Pronto llegaron las protestas y manifestaciones exigiendo al Rey una explicación sobre lo ocurrido con su héroe. El Rey intentaba ignorar todas estas muestras de descontento, pero cada vez eran más fuertes y numerosas. Fue entonces cuando decidió tomar una decisión drástica: organizar un torneo para encontrar al mejor guerrero del reino.
Todos los habitantes estaban emocionados ante esta idea y comenzaron a entrenarse arduamente para participar en este evento histórico. El día del torneo llegó y los participantes se enfrentaron en combates emocionantes.
Finalmente, el gran ganador fue el general retirado que había sido despedido por el Rey. La multitud estalló en vítores y aplausos mientras lo llevaban en hombros por todo el reino.
El Rey, al ver la reacción de la gente hacia su antiguo general, comprendió que su envidia había sido un error. Se acercó al general y le pidió disculpas por haberlo despedido injustamente. Además, reconoció públicamente sus logros y virtudes frente a todo el pueblo.
Desde ese momento en adelante, el Rey aprendió una valiosa lección: no hay nada más importante que reconocer las virtudes de las personas y celebrarlas sin importar cuán grandes o pequeñas sean.
FIN.