El gigante amigo de los animales


llamado Tomás. Vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques. Aunque su altura era algo que destacaba, siempre había sido amable y gentil con todos los habitantes del lugar.

Un día, mientras caminaba por el bosque, escuchó un llanto desesperado. Siguiendo el sonido, llegó a una clara donde encontró a un grupo de animales tristes y asustados. Eran un conejito, un zorrito y una ardillita. - ¿Qué les ocurre? - preguntó Tomás preocupado.

El conejito sollozando le explicó: "Nuestro hogar ha sido destruido por unos leñadores malvados. Ahora no tenemos dónde vivir". Tomás se entristeció al escuchar esto y decidió ayudarlos.

Con su gran altura, sabía que podía hacer algo para solucionar la situación. - No se preocupen amigos, encontraré una solución para ustedes - afirmó Tomás con determinación. Después de pensar durante un rato, tuvo una idea brillante.

Se dirigió hacia el pueblo y convocó a todos sus habitantes en la plaza principal. - ¡Amigos! - exclamó Tomás -. Necesitamos construir nuevas casitas para estos animales indefensos que han perdido sus hogares por culpa de los leñadores malvados.

Los aldeanos escucharon atentamente las palabras de Tomás y rápidamente se organizaron para ayudar en la construcción de las casitas. Todos trabajaron juntos: cortando madera, martillando clavos y pintando las casas con colores vibrantes. Mientras tanto, Tomás fue a hablar con los leñadores malvados.

Les explicó cómo sus acciones habían afectado a los animales y les pidió que se detuvieran. - ¡No teníamos idea de que estábamos lastimando a estos adorables animales! - exclamaron los leñadores sorprendidos -. Nos disculpamos por nuestro comportamiento y prometemos cambiar.

Los leñadores cumplieron su promesa y se unieron al esfuerzo de construcción de las casitas. Todos trabajaron juntos en armonía, aprendiendo la importancia de cuidar y respetar la naturaleza.

Finalmente, las casitas estuvieron listas y Tomás llevó al conejito, al zorrito y a la ardillita hasta su nuevo hogar. Los animalitos saltaban de alegría al ver sus acogedoras casitas rodeadas del hermoso bosque. - ¡Muchas gracias por ayudarnos! - dijeron los animalitos emocionados -.

Ahora tenemos un lugar seguro donde vivir gracias a ti, Tomás. Tomás sonrió con satisfacción al ver la felicidad en los ojos de sus nuevos amigos. Sabía que había hecho algo especial para ellos y para todo el pueblo.

Desde ese día, todos aprendieron la importancia de proteger el medio ambiente y cuidar a los animales.

Y así, gracias a Tomás y su gran altura, el pequeño pueblo se convirtió en un lugar donde reinaba el amor por la naturaleza y todos vivían felices para siempre.

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