El gigante bondadoso


Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un gigante de aspecto horrible pero con un corazón lleno de bondad. Su nombre era Horacio y vivía en lo más alto de la montaña.

A pesar de su tamaño imponente y su apariencia aterradora, Horacio siempre había sido rechazado por los demás debido a su aspecto. La gente del pueblo le tenía miedo y lo evitaba a toda costa.

Pero lo que ellos no sabían era que Horacio solo quería hacer el bien y ser aceptado. Un día, mientras paseaba por el bosque cercano al pueblo, Horacio escuchó risas provenientes de una cueva escondida entre los árboles.

Se acercó sigilosamente y descubrió a unos niños jugando cerca de allí. Eran Juanito, Sofía y Lucas, tres amigos aventureros que siempre buscaban nuevas emociones. Sin pensarlo dos veces, Horacio se acercó lentamente hacia ellos para intentar entablar amistad.

Los niños se asustaron al principio al verlo tan cerca, pero luego se dieron cuenta de que él no les haría daño. "Hola chicos", dijo el gigante con voz temblorosa pero amigable. Los niños se miraron entre sí sorprendidos y respondieron tímidamente: —"Hola" .

Horacio sonrió mostrando sus grandes dientes afilados pero inofensivos. "No tengan miedo", les dijo el gigante con ternura. "Soy Horacio, ¿y ustedes?""Yo soy Juanito", contestó el niño más valiente del grupo. "Y yo soy Sofía", agregó la niña con curiosidad.

"Y yo soy Lucas", dijo el niño más pequeño con una sonrisa tímida. A partir de ese día, Horacio se convirtió en el amigo inseparable de los tres niños.

Juntos, exploraban la montaña, descubrían nuevos lugares y vivían emocionantes aventuras que solo un gigante podía hacer posible. Un día, mientras jugaban cerca del río, escucharon gritos desesperados provenientes del pueblo. Corrieron rápidamente y vieron cómo un incendio consumía una casa. Los vecinos estaban asustados y no sabían qué hacer.

Horacio no dudó ni un segundo y se acercó al fuego para apagarlo con su enorme mano. Con cada chorro de agua que salía de sus dedos, las llamas se extinguían poco a poco hasta quedar completamente apagadas.

La gente del pueblo quedó sorprendida y agradecida por la valentía del gigante. A partir de ese momento, dejaron atrás sus prejuicios y comenzaron a ver a Horacio como el héroe que realmente era.

Desde entonces, Horacio se convirtió en el protector del pueblo. Ayudaba en todo lo que podía: arreglaba techos rotos, levantaba objetos pesados e incluso rescató a varios gatitos atrapados en los árboles.

La fama de Horacio llegó tan lejos que incluso otros pueblos cercanos empezaron a pedir su ayuda. El gigante aceptaba todas las solicitudes sin dudarlo porque sabía que tenía la capacidad de marcar la diferencia en la vida de las personas.

Con el tiempo, Villa Esperanza cambió por completo gracias al buen corazón de Horacio. Los vecinos aprendieron a no juzgar por las apariencias y descubrieron que la verdadera belleza está en el interior.

Y así, el gigante de aspecto horrible pero buen corazón se convirtió en un símbolo de amor y bondad para todos. Su historia fue contada una y otra vez, enseñando a grandes y chicos que no debemos dejarnos llevar por los estereotipos, sino aprender a valorar lo que cada persona tiene para ofrecer.

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