El Gigante Timo y el Dragón Nube



Había una vez un gigante llamado Timo que vivía en lo más alto de una montaña. Timo era un gigante especial, no era como los demás gigantes que la gente solía imaginar; él era amable, cariñoso y cuidaba con mucho cariño las flores y los árboles del valle. A sus pies se extendía un hermoso paisaje repleto de colores y sonidos de la naturaleza.

En el valle vivía un dragón llamado Nube. Este dragón era muy diferente a lo que cuentan las leyendas, ya que su apariencia era suave y esponjosa como una nube. Sin embargo, los aldeanos lo temían porque había historias de dragones que mantenían prisionera a la gente. Por eso, Nube siempre estaba solo, volando entre las nubes, anhelando tener amigos con quien compartir su día a día.

Un día, las nubes comenzaron a oscurecerse y una gran tormenta se desató. Los vientos aullaban y la lluvia caía como si el cielo estuviera llorando. Los aldeanos entraron a sus casas asustados mientras los árboles y flores del valle comenzaban a desmoronarse.

Timo, viendo cómo su amado valle sufría, decidió bajar para ayudar. Al mismo tiempo, Nube, que volaba entre las tormentas, vio el desastre y sintió que debía hacer algo.

"¡No puedo dejar que destruyan mi hogar!" - exclamó Timo con voz profunda y preocupada mientras bajaba de la montaña saltando de roca en roca.

"¡Yo también puedo ayudar!" - gritó Nube, lanzando ráfagas de aire para intentar dispersar las nubes oscuras.

Timo y Nube se encontraron en el centro del desastre, y al verse, ambos se quedaron sorprendidos.

"¡Tú eres un dragón!" - dijo Timo con asombro.

"Y tú eres un gigante. ¡Pero no tenemos tiempo para asustarnos!" - respondió Nube, decidido a colaborar.

Juntos comenzaron a trabajar para ayudar al valle. Timo utilizaba su gran tamaño para levantar los árboles caídos y Nube usaba su aliento para crear fuertes corrientes de aire que alejaban las nubes amenazadoras.

A pesar de sus diferencias, pronto se dieron cuenta de que juntos eran un gran equipo. Cuando la tormenta finalmente comenzó a calmarse, los aldeanos salieron de sus casas y vieron a los dos inusuales héroes trabajando en armonía.

"¡Miren, no nos atacan!" - murmuró un aldeano sorprendido.

"¡Esos son nuestros amigos!" - dijo otro.

Los aldeanos comenzaron a salir de miedo, y poco a poco, se dieron cuenta de que Timo y Nube no eran las criaturas aterradoras que habían imaginado. En cambio, eran valientes y bondadosos, dedicados a proteger su hogar.

"¡Gracias, Timo y Nube! ¡Nos han salvado!" - gritaron los aldeanos, agradecidos.

Desde ese día, Timo y Nube se convirtieron en los protectores del valle y también en los más grandes amigos. Los aldeanos aprendieron a no juzgar a los demás por sus apariencias y a trabajar juntos, sin importar las diferencias. Así, juntos, cuidaron de la naturaleza y del valle, disfrutando de la compañía del otro en todos los momentos.

Al final, el sol volvió a brillar, y el valle resplandeció aún más, lleno de flores y árboles sanos, y la risa de los niños jugando bajo la atenta mirada del gigante y el dragón.

Y así, Timo y Nube demostraron que, aunque eran diferentes, juntos podían enfrentar cualquier tormenta y hacer del mundo un lugar mejor.

"¿Tuviste miedo de la tormenta, Nube?" - preguntó Timo.

"Un poco, pero me di cuenta que no estoy solo mientras tenga un amigo como vos" - respondió Nube, sonriendo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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