El Gigante Tricorazón y la Bruja Malvada



Había una vez en lo alto de la montaña más alta del Reino de las Nubes, un gigante llamado Tricorazón.

Este gigante era diferente a los demás, ya que en lugar de tener un solo corazón, tenía tres latiendo al mismo tiempo en su pecho. Tricorazón era muy amable y siempre ayudaba a todos los habitantes del reino. Un día, mientras paseaba por el bosque encantado, escuchó unos llantos provenientes de detrás de unos arbustos.

Al acercarse, descubrió a un pequeño duende atrapado entre las ramas de un árbol caído. - ¡Hola amigo duende! ¿Necesitas ayuda? -preguntó Tricorazón con voz grave pero amable. El duende levantó la cabeza y secó sus lágrimas al ver al gigante.

"¡Oh, sí! Por favor ayúdame, estoy atrapado y no puedo soltarme" -respondió el duende con voz temblorosa. Con cuidado, Tricorazón levantó el árbol caído y liberó al duende.

El pequeño ser verde le dio las gracias efusivamente y prometió ayudar al gigante si alguna vez lo necesitaba. Los días pasaron y Tricorazón siguió ayudando a todos los seres del Reino de las Nubes con sus tres corazones llenos de bondad.

Pero un día, una malvada bruja llegó al reino sembrando discordia y tristeza por donde pasaba. La gente estaba asustada y nadie sabía cómo detenerla. Tricorazón decidió enfrentarse a la bruja para proteger a su hogar y a sus amigos.

Con valentía se dirigió hacia la cueva donde vivía la bruja y la encontró preparando una poción maligna. "¡Detente bruja malvada! No permitiré que hagas daño en este reino tan hermoso" -gritó Tricorazón con determinación.

La bruja se rió con desdén al ver al gigante frente a ella. "¿Y qué piensas hacer tú solo contra mí?" -dijo con voz burlona. Tricorazón tocó uno de sus tres corazones y cerrando los ojos recordó todas las veces que había ayudado a otros seres en apuros.

De repente, una luz brillante envolvió su cuerpo y comenzaron a surgir raíces poderosas debajo de la cueva de la bruja, atándola firmemente para que no pudiera hacer más maldades. La bruja gritaba furiosa mientras Tricorazón sonreía victorioso.

Había demostrado que el amor y la bondad siempre vencen a la maldad. El Reino de las Nubes volvió a estar en paz gracias al valor y nobleza del gigante Tricorazón.

Desde ese día, todos admiraban aún más al gigante con tres corazones que les recordaba que nunca hay que darse por vencido ante las adversidades y que siempre es importante tener un corazón lleno de bondad para ayudar a quienes lo necesitan.

FIN.

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