El gigante vegetariano


Había una vez un hermoso jardín lleno de frutas y verduras. En este lugar mágico, todas las frutas y verduras vivían en armonía, felices de crecer y madurar juntas.

Un día, llegó al jardín un gigante llamado Hugo el pelos largos. Era un gigante muy glotón que siempre tenía hambre y buscaba algo delicioso para comer. Al ver el jardín lleno de frutas y verduras, sus ojos se iluminaron con ansias de probar todo lo que veía.

Las frutas y verduras se asustaron al ver a Hugo acercarse. Temían ser devoradas por aquel gigante tan hambriento.

Pero entonces, la sabia manzana decidió hablar en nombre de todos:"¡Espera, Hugo! No necesitas comernos a nosotros para saciar tu apetito", dijo la manzana con voz calmada pero firme. Hugo se detuvo sorprendido por la valentía de la manzana y preguntó: "¿Y qué puedo hacer? Tengo tanta hambre".

La zanahoria tomó la palabra: "Podemos enseñarte cómo disfrutar de nuestra compañía sin tener que comernos". El gigante estaba intrigado. Nunca antes había pensado en otra forma de disfrutar las frutas y verduras más allá de comerlas. La pera explicó: "Podemos jugar contigo, podemos ser tus amigos".

Hugo no podía creerlo. ¿Podrían realmente convertirse en amigos? Estaba emocionado ante esa perspectiva. Así comenzaron a pasar los días en el jardín encantado. Hugo jugaba con las frutas y verduras, reían juntos y se divertían muchísimo.

Descubrió que podía usar una manzana como pelota, hacer malabares con zanahorias e incluso construir castillos con calabazas. Hugo aprendió a amar a las frutas y verduras de una manera diferente.

Ya no solo pensaba en comerlas, sino en disfrutar de su compañía y aprender todo lo que podía sobre ellas. Pero un día, mientras jugaban cerca del río, llegó un problema inesperado. Unos traviesos conejos habían robado todas las zanahorias del jardín y se estaban escapando.

Las frutas y verduras se preocuparon mucho por sus amigas zanahorias, pero Hugo no dudó ni un segundo en ayudarlos. Con su gran tamaño y fuerza, persiguió a los conejos hasta atraparlos uno por uno.

"¡Gracias por salvar nuestras queridas zanahorias!", exclamaron las demás frutas y verduras emocionadas. Desde ese momento, Hugo el pelos largos se convirtió en el protector del jardín mágico. Cuidaba de cada planta como si fuera su propia familia y aseguraba que ningún animalito les hiciera daño.

Las frutas y verduras aprendieron que todos somos diferentes pero podemos ser amigos sin importar nuestras diferencias.

A través de la amistad entre Hugo el pelos largos y ellos mismos, descubrieron la importancia de cuidarse mutuamente y trabajar juntos para proteger lo que más queremos: nuestro hogar lleno de vida.

Y así fue como este cuento nos enseña que no siempre necesitamos comer frutas y verduras para disfrutar de su compañía, sino que podemos encontrar en ellas amigos leales y valiosos.

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