El gigante y la niña valiente


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, un gigante llamado Tartalo. Este gigante era diferente a los demás, ya que sentía una extraña atracción por comer niños.

No porque fuera malvado, sino simplemente porque le parecían muy sabrosos. Los habitantes del pueblo vivían con miedo constante de Tartalo y siempre estaban alerta para proteger a sus hijos.

Pero un día, una niña valiente llamada Martina decidió enfrentarse al gigante y cambiar su forma de pensar. Martina era conocida por su ingenio y valentía. Tenía el cabello rizado como el oro y unos ojos brillantes como el sol. Un día, mientras caminaba por el bosque cercano al pueblo, se encontró con Tartalo.

- ¡Hola Tartalo! -saludó Martina con entusiasmo. - ¿Hola? ¿Quién eres tú? -preguntó sorprendido el gigante. - Soy Martina, la niña más valiente de todo Villa Alegre. He venido a hablar contigo -respondió ella sin temor alguno.

Tartalo nunca antes había tenido una conversación amigable con alguien que no fuera un adulto tratando de ahuyentarlo. Intrigado por la actitud de Martina, decidió escucharla. - Tartalo, sé que te gusta comer niños, pero eso está mal -dijo Martina seriamente-.

Los niños son seres inocentes y merecen ser respetados y cuidados. El gigante frunció el ceño confundido y respondió:- Pero...

¿por qué debería importarme lo que piensen los demás? Martina se acercó un poco más y le explicó con dulzura:- Tartalo, imagina cómo se sentiría tu madre si supiera que estás lastimando a otros seres vivos. Ella te crió con amor y seguramente quiere lo mejor para ti. El gigante bajó la mirada, pensativo.

Nunca antes había reflexionado sobre las consecuencias de sus actos. Martina siguió hablando:- Además, ¿no crees que podrías encontrar otras formas de disfrutar la vida sin lastimar a los demás? Hay tantas cosas maravillosas por descubrir en este mundo.

Tartalo comenzó a comprender el mensaje de Martina y una chispa de arrepentimiento brilló en sus ojos. - Tienes razón, Martina -susurró el gigante-. Nunca me había detenido a pensar en las consecuencias de mis acciones.

Me gustaría cambiar y aprender a disfrutar la vida sin dañar a nadie. Martina sonrió satisfecha y extendió su mano hacia Tartalo. - Entonces, vamos juntos a explorar este hermoso pueblo y descubrir nuevas formas de diversión.

Desde ese día, Tartalo dejó atrás su deseo de comer niños y se convirtió en un amigo leal del pueblo. Juntos, él y Martina enseñaron al resto de los habitantes la importancia del respeto y la tolerancia hacia los demás seres vivos.

La historia de Tartalo nos recuerda que todos podemos cambiar nuestras actitudes negativas si tenemos el coraje necesario para enfrentarnos a ellas. Y así fue como Villa Alegre se convirtió en un lugar donde reinaba el amor, la amistad y el entendimiento. .

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