El Gigantosaurio sonriente


En un hermoso pueblo de dinosaurios, vivía un Giganotosaurus llamado Toto. A pesar de ser amable, nadie se acercaba a él, ya que su seria expresión facial asustaba a los demás dinosaurios.

Un día, cansado de ser incomprendido, decidió dar un paseo por el bosque. En su camino, se encontró con un grupo de pequeños dinosaurios que jugaban. Al verlo, comenzaron a gritar y a huir. Toto se sintió muy triste.

Decidió que era hora de cambiar la percepción que los demás tenían de él. Buscó al anciano del pueblo, quien le contó sobre un secreto ancestral: la cueva de las sonrisas, un lugar mágico donde los dinosaurios encontraban la felicidad. Sin dudarlo, Toto partió en búsqueda de la cueva.

En su travesía, conoció a otros dinosaurios que le tenían miedo, pero con su gentileza y empatía logró ganarse su confianza.

Finalmente, llegó a la cueva y descubrió que la verdadera felicidad no venía de las sonrisas, sino de la amistad y la comprensión. Regresó al pueblo y, con su nueva actitud, enseñó a todos que no hay que juzgar por las apariencias.

Desde ese día, el pueblo de dinosaurios se llenó de alegría y sonrisas, gracias a la bondad de Toto.

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