El Gimnasio de la Selva



Había una vez en lo profundo de la selva, un lugar mágico donde los árboles eran tan altos que parecían tocar el cielo y los animales vivían en paz. Pero algo los llenaba de energía y ganas de ser más fuertes. Un día, un grupo de amigos decidió construir un gimnasio con las maderas que caían de los árboles. Así nació "El Gimnasio de la Selva".

Los pequeños animales, como Tito el tucán, Lila la jaguar y Pipo el mono, se reunieron con entusiasmo para construir su nuevo lugar de entrenamiento.

"¡Vamos a hacer barras, sillas y hasta mancuernas!" - gritó Lila, moviendo su cola con alegría.

"¡Sí! Pero necesitaremos ayuda para levantar esos troncos grandes!" - respondió Tito, que siempre tenía ideas brillantes.

Con gran esfuerzo, el grupo trabajó juntos, cortando y moldeando la madera. Pronto, el gimnasio tomó forma.

Una vez terminado, todos estaban listos para comenzar.

"Hoy es nuestro primer día de entrenamiento!" - anunció Pipo, balanceándose de un lado a otro.

Los animales se dividieron en grupos. Aquellos que trabajaban en equipo compartían risas y enseñaban unos a otros. Todos intentaban levantarse más fuertes y más ágiles.

"Yo puedo levantar estas maderas, miren!" - exclamó Pipo mientras levantaba un tronco ligero con sus patas.

De repente, había alguien en el gimnasio que no estaba en un grupo, era Nuki, el perezoso.

"¿Por qué no te unes a nosotros, Nuki?" - le preguntó Lila.

"A mí no me gusta estar con otros, prefiero hacerlo solo. Además, soy más lento" - respondió Nuki, acurrucándose entre las mancuernas.

A pesar de su decisión, Nuki comenzó a hacer ejercicios con mancuernas. Lo hizo de una manera particular, subiendo y bajando a su ritmo. Sin embargo, mientras él estaba concentrado en su entrenamiento solitario, los otros animales lo miraban con admiración.

"Miren a Nuki, siempre se queda tranquilo, ¡y aún así lo hace!" - exclamó Tito.

A medida que el tiempo pasaba, todos los animales empezaron a notar que cada uno tenía su propio estilo. Un día, en una de las sesiones de entrenamiento, Nuki se sintió un poco desalentado al ver a los demás haciendo acrobacias y levantando grandes troncos.

"Creo que quiero ser como ustedes, pero no sé si puedo" - suspiró.

"¡Por supuesto que puedes, Nuki!" - respondió Lila, acercándose a él. "No tiene nada de malo hacerlo a tu propio ritmo. Eso también es parte de ser fuerte."

Al oír esto, Nuki decidió intentarlo.

"Voy a hacerlo por mí mismo, pero primero me gustaría que me enseñen un poco" - dijo Nuki, un poco más animado.

Los otros animales se acercaron a él.

"¡Hacemos un entrenamiento en equipo!" - sugirió Tito.

Así, Nuki aprendió a hacer sus ejercicios con los otros, pero también se mantuvo fiel a su propio estilo.

Con el tiempo, Nuki se volvió más fuerte y ágil, pero lo importante fue que todos se dieron cuenta que no había una única forma de ser fuerte.

Incluso Nuki comenzó a enseñar a los demás sobre la importancia de la paciencia.

Una mañana, el grupo decidió hacer una competencia amistosa. Hicieron pruebas de saltos y levantamiento de peso. Todos fueron alegrándose con el esfuerzo de los demás.

"¡Qué bien se ven todos!" - exclamó Lila, saltando feliz.

Al final, no había un ganador ni un perdedor, solo había alegría y amistad entre todos, fortalecidos no solo en músculos, sino también en el corazón.

Desde aquel día, los animales del gimnasio aprendieron que ser parte de un equipo es hermoso, y que cada uno, ya sea solo o acompañado, tiene algo valioso que aportar. A partir de entonces, El Gimnasio de la Selva no solo fue un lugar para hacer ejercicio, sino un espacio donde todos aprendían a ser mejores, celebrando cada pequeño logro, en compañía o en soledad, ¡y siempre, siempre disfrutando del momento!

FIN.

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