El girasol de Mateo



Había una vez un niño llamado Mateo, que todos los días iba contento al colegio. Le encantaba aprender cosas nuevas, jugar con sus amigos y sobre todo, le fascinaban los girasoles.

Cada mañana, en su camino a la escuela, se detenía frente a un campo lleno de hermosos girasoles y los observaba maravillado.

Un día, mientras Mateo estaba en clase de ciencias naturales, la maestra les enseñó sobre las plantas y les asignó un proyecto especial: cada uno debía cuidar una planta durante todo el trimestre escolar. Mateo no podía contener su emoción y pidió cuidar un girasol. "¡Maestra, maestra! ¿Puedo cuidar un girasol? Es mi flor favorita", exclamó Mateo emocionado.

La maestra sonrió ante la petición de Mateo y asintió con la cabeza. Así fue como Mateo se convirtió en el orgulloso cuidador de un pequeño girasol que plantó con mucho amor en una maceta que decoró con dibujos coloridos.

Los días pasaron y Mateo dedicaba tiempo todos los días para regar su girasol, asegurarse de que recibiera suficiente luz solar y hablarle con cariño. Estaba decidido a hacer crecer a su planta lo más alto y fuerte posible.

Una tarde, después de varias semanas de cuidados especiales, Mateo notó algo extraño: las hojas del girasol comenzaban a marchitarse y parecía estar perdiendo fuerza. Preocupado, corrió a contarle a su mamá lo que estaba pasando.

"Mamá, mamá ¡mi girasol no está bien! ¡Necesito ayudarlo!", expresó Mateo angustiado. Su mamá lo escuchó atentamente y le recordó algo importante: a veces las plantas necesitan más que agua y sol para crecer sanas; también necesitan amor y paciencia.

Juntos buscaron información sobre cómo revitalizar al girasol e implementaron nuevos cuidados como música suave cerca de la maceta o moverla para seguir la dirección del sol durante el día.

Dedicados a salvar al querido girasol, Mateo siguió cada consejo al pie de la letra. Y poco a poco empezaron a ver cambios positivos: nuevas hojas brotando, colores más brillantes en sus pétalos e incluso parecía inclinar su tallo hacia Mateo cuando él se acercaba.

Llegado el día de presentar el proyecto en clase, todos quedaron sorprendidos al ver lo hermoso que estaba el girasol de Mateo. La maestra felicitó al niño por su dedicación y esfuerzo para salvarlo cuando estuvo enfermo.

"¡Mateo ha demostrado que con amor y perseverancia podemos lograr grandes cosas! ¡Enhorabuena por tu trabajo!", dijo la maestra orgullosa. Desde ese día en adelante, Mateo comprendió la importancia del cuidado constante hacia las cosas que amamos.

Y aunque ya no tenía al pequeño girasol en casa, siempre recordaría esa experiencia como una lección valiosa: todo ser vivo necesita amor para crecer felizmente.

FIN.

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