El Girasol de Tomás


Había una vez en un pequeño pueblo llamado "Los Girasoles", un niño llamado Tomás. Él era muy curioso y siempre quería saber más sobre el mundo que lo rodeaba.

Un día, mientras jugaba en el campo, encontró una semilla de girasol. Tomás estaba muy emocionado al ver la semilla y decidió plantarla. Cada día regaba la planta y se aseguraba de que recibiera suficiente sol para crecer fuerte y sana.

Un día, cuando Tomás fue a revisar su planta, notó algo extraño: ¡la semilla había comenzado a brotar! Él estaba tan feliz y emocionado que corrió hacia su mamá para mostrarle lo que había logrado.

"Mamá, mira mi planta de girasol ha empezado a crecer" -dijo Tomás con entusiasmo. "¡Qué bien hijo! Estoy orgullosa de ti por cuidarla tan bien" -respondió su mamá sonriendo"Pero recuerda que las plantas necesitan tiempo para crecer. No te desanimes si no ves resultados inmediatos".

Tomás entendió el consejo de su mamá pero aún así seguía visitando su planta todos los días. Con cada visita notaba cómo la planta iba creciendo poco a poco.

Pero un día llegó al campo y descubrió que alguien había pisoteado su planta dejándola sin vida. Tomás estaba triste porque había invertido mucho tiempo en esa planta, pero también sabía que no podía hacer nada al respecto.

Fue entonces cuando recordó las palabras de su mamá: "No te desanimes si no ves resultados inmediatos". Después de unos días, Tomás decidió plantar otra semilla de girasol. Esta vez, se aseguró de que estuviera en un lugar seguro y lejos de cualquier peligro.

Con el tiempo, la planta creció aún más grande y hermosa que la anterior. Y esta vez, Tomás no solo aprendió sobre la paciencia y el cuidado sino también sobre la perseverancia ante las adversidades.

"Gracias mamá por enseñarme a nunca darme por vencido" -dijo Tomás mientras abrazaba su planta"Y gracias por recordarme que siempre hay una segunda oportunidad". Desde entonces, Tomás se convirtió en un jardinero experto y cultivó muchas plantas hermosas con amor y paciencia.

Y siempre recordaría esa lección valiosa que aprendió al plantar su primera semilla de girasol.

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