El Globo Aventurero y el Niño Solitario



Había una vez un globo rojo brillante que vivía en un pueblo pequeño. A este globo le encantaba volar por los campos, disfrutando de los colores del paisaje y observando a los animales jugar. Se deslizaba entre los árboles, pasaba sobre ríos y se reía al ver a las vacas masticando pasto o a los patitos chapoteando en el agua.

Un día, mientras sobrevolaba un campo de flores, el globo vio a un niño sentado bajo un gran árbol. Estaba solo, con una expresión de tristeza en su rostro.

- ¡Hola! - gritó el globo, emocionado por ver a alguien más. - ¿Por qué estás tan triste?

El niño levantó la vista, sorprendido pero intrigado por la voz del globo.

- ¡Hola! Yo... no tengo a nadie con quien jugar - respondió el niño, arqueando una ceja. - Solo tengo esta pelota, pero se siente un poco aburrido jugar solo.

El globo, lleno de energía y ganas de divertirse, decidió bajar. Quería ayudar al niño a alegrarse. Descendió lentamente y, con un suave susurro, aterrizó en las manos del niño.

- ¡Soy tu amigo globo! - dijo con alegría. - ¡Vamos a jugar!

El niño sonrió por primera vez y, juntos, comenzaron a inventar juegos. Saltaron, corrieron y hasta hicieron volar al globo, que danzaba en el aire mientras el niño lo seguía riendo. Sin embargo, cuando el niño intentó hacer una pirueta con el globo en sus manos, el alcance del movimiento causó que el globo se escapara un poco.

- ¡No te preocupes! - dijo el globo, riendo. - ¡Voy a volver!

El globo voló alto y el niño lo miró con pánico. ¿Se iría para siempre?

- ¡Espera! ¡No quiero que te vayas! - gritó el niño, sus ojos llenos de ansiedad.

Pero el globo estuvo pendiente del niño. Danzó en el aire, hizo piruetas y luego descendió de nuevo, aterrizando suavemente en su mano.

- ¡Ves! A veces hay que tomar un poco de distancia para disfrutar el momento. - dijo el globo. - Ahora mejoramos aún más el juego. ¿Por qué no intentamos jugar a "atrapar el globo"?

Los ojos del niño se iluminaron.

- ¡Buena idea! - exclamó mientras corría detrás del globo, que comenzaba a volar de nuevo.

El niño corría y saltaba, riendo a carcajadas, mientras el globo lo llevaba de aquí para allá. Se divertían tanto que no se dieron cuenta de que había comenzado a llover. Las gotas de agua comenzaron a caer, pero el globo, inteligente y veloz, se movió entre las flores, haciendo que el niño lo siguiera aún más emocionado.

- ¡Hay que refugiarnos! - dijo el niño entre risas.

El globo llevó al niño hacia un pequeño cobertizo en medio del campo, donde por fin se resguardaron de la lluvia.

- Esto es increíble - dijo el niño, aún riendo. - ¡Todo gracias a ti!

- ¡Y todo gracias a tu alegría! - respondió el globo.

Tras un rato, la lluvia cesó y el sol volvió a brillar en el cielo. Con los colores del arcoíris de fondo, el niño miró al globo con gratitud.

- ¡Tenés que quedarte conmigo! - insistió el niño.

- Ah, amigo mío - dijo el globo con un tono reflexivo. - Yo también quiero quedarme! Pero soy un globo y mi propósito es volar. Sin embargo, podemos ser amigos siempre que quieras. ¡Podemos jugar todos los días!

El niño se sintió un poco triste, pero comprendió.

- ¿Viste? A veces hay que dejar ir para poder disfrutar de lo que tenemos. - dijo el globo.

El niño asintió, y cuando el globo se despidió, le prometió que lo buscaría siempre que quisiera jugar. Despidieron al globo con un gran abrazo y un brillo de esperanza en los ojos del niño, sabiendo que tenía a su nuevo amigo a quien buscar.

Así, día tras día, el niño y el globo siguieron jugando en los campos, creando aventuras y llenando de risas cada rincón. El niño aprendió que, aunque a veces uno se siente solo, siempre hay formas de encontrar amigos y diversión en las pequeñas cosas de la vida.

- ¡Hasta mañana, amigo globo! - gritó el niño mientras el globo se elevaba hacia el cielo, prometiendo volver al día siguiente.

Y así, el niño nunca volvió a sentirse solo, porque siempre tenía a su amigo el globo, listo para crear nuevas aventuras juntos.

FIN.

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