El globo de Anacleta



Anacleta era una niña muy curiosa y aventurera. Siempre estaba buscando nuevas formas de divertirse y explorar su mundo. Un día, mientras paseaba por la plaza del pueblo, vio un avión volando en el cielo.

- ¡Mira mamá, un avión! -exclamó emocionada-. ¿Podemos ir en uno algún día? - Claro que sí, hija -respondió su madre con una sonrisa-. Pero ahora tenemos que hacer algunas compras.

Anacleta se sintió un poco decepcionada, pero decidió seguir explorando la plaza. Fue entonces cuando vio a un grupo de niños jugando con globos multicolores. - ¡Qué divertido! -pensó Anacleta-. Yo también quiero jugar con ellos.

Se acercó al grupo y les preguntó si podía unirse a su juego. Los niños le dieron la bienvenida y juntos comenzaron a lanzarse los globos unos a otros. Anacleta se divirtió muchísimo y se olvidó por completo del avión.

Pero de repente, uno de los globos escapó de sus manos y empezó a subir hacia el cielo. Anacleta lo siguió con la mirada hasta que desapareció en las nubes. - Oh no... -suspiró triste-. Mi globo se fue lejos.

Los demás niños intentaron consolarla, pero Anacleta estaba muy desanimada. Entonces recordó el avión que había visto antes y pensó en una idea para recuperar su globo perdido. - Mamá, ¿me puedes comprar algunos globos más grandes? -le pidió a su madre-.

Quiero hacer algo especial mañana en la plaza. Al día siguiente, Anacleta llegó a la plaza con sus nuevos globos y comenzó a inflarlos.

Los niños se acercaron para ver qué estaba haciendo y quedaron sorprendidos al ver que Anacleta había creado un enorme globo aerostático. - ¡Wow, es increíble! -exclamaron los niños admirados-. ¿Cómo lo hiciste? Anacleta explicó que había visto un avión volando en el cielo y pensó que podría usar los globos para crear su propio vehículo volador.

Los niños no podían creer lo ingeniosa que era Anacleta y todos juntos subieron al globo aerostático.

Mientras flotaban por encima de la plaza, Anacleta se dio cuenta de algo muy importante: no necesitaba ir en un avión para sentirse feliz y emocionada. Había encontrado una forma creativa de divertirse con sus amigos y eso era lo más importante.

Desde ese día, Anacleta siguió explorando su mundo con curiosidad y alegría, siempre buscando nuevas formas de divertirse e inspirarse. Y los demás niños aprendieron una valiosa lección sobre cómo la imaginación puede llevarte a lugares maravillosos si te atreves a soñar en grande.

FIN.

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