El Globo que Voló y la Aventura en el Bosque



Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques. Un sábado brillante, su papá decidió llevarlo a la feria que se celebraba en las afueras del pueblo.

"¡Papá, no puedo esperar a ver todas las atracciones y los juegos!" - exclamó Tomás, saltando de felicidad.

"Yo tampoco, hijo. Será un día inolvidable, lo prometo" - respondió su padre, sonriendo.

Cuando llegaron a la feria, Tomás quedó fascinado con todos los colores, las luces y los olores de las delicias que vendían. Juntos montaron en la rueda de la fortuna, jugaron a varias cosas y disfrutaron de una deliciosa porción de algodón de azúcar.

Al final del día, su papá le compró un hermoso globo de helio en forma de estrella.

"¡Mirá, mirá, papá!" - gritó Tomás, mientras sostenía el globo que brillaba bajo el sol. "Es el más lindo de todos!"

"Sí, es especial como vos" - le dijo su papá.

Sin embargo, mientras caminaban hacia el parking, Tomás se distrajo admirando otros juegos y el globo se escapó de sus manos. Una ráfaga de viento lo llevó volando lejos.

"¡No! ¡Vuelve, globo!" - gritó Tomás, pero ya era demasiado tarde. El globo se alejó y desapareció entre los árboles del bosque cercano.

Su corazón se hundió en su pecho.

"Papá, se me fue el globo..." - dijo Tomás, con lágrimas en los ojos.

"No te preocupes, hijo. Vamos a buscarlo. Quizás todavía podamos encontrarlo" - respondió su padre, tratando de reconfortarlo.

Entraron en el bosque. Los árboles eran altos y las hojas crujían bajo sus pies.

De repente, decidieron hacer una pausa.

"¿Sabés qué creo, papá?" - dijo Tomás. "Creo que el globo se perdió porque quiere vivir una aventura".

"¿Por qué lo decís?" - preguntó su padre, curioso.

"Porque voló tan alto, que ahora debe estar explorando lugares nuevos. Tal vez vayamos a buscarlo y descubramos cosas increíbles por el camino" - respondió Tomás con un brillo en los ojos.

"Esa es una idea muy creativa, Tomás. Vamos a convertir esto en una aventura" - dijo su papá, animado por la actitud positiva de su hijo.

A medida que avanzaban en el bosque, encontraron un arroyo donde los peces nadaban felices.

"Mira, papá!" - dijo Tomás emocionado. "Podemos hacer un barco de papel y dejarlo flotar. Tal vez nuestro globo lo vea desde el cielo".

"Gran idea, Tomás! Hagamos eso" - asintió su padre.

Después de hacer el barco de papel, lo dejaron flotar en el agua y continuaron su camino. Encontraron flores de mil colores, un grupo de conejitos que jugaban, y hasta una ardilla que les hizo reír con sus saltos torpes.

"Mirá cómo juega. Me hace acordar a nosotros en la feria" - comentó Tomás, sintiendo nostalgia por su día divertido.

"Es verdad, pero recordá que las aventuras no siempre salen como uno espera. A veces tienen giros inesperados que son igual de emocionantes" - le enseñó su padre.

Siguiendo adelante, llegaron a un claro donde vieron algo brillante entre los arbustos.

"¡Mirá, papá, algo brilla allí!" - exclamó Tomás. Al acercarse, descubrieron que era un globo de otro niño.

"Pero no es el mío..." - dijo Tomás, un poco decepcionado.

"Quizás no sea el tuyo, pero eso significa que otros también están en busca de sus globos. ¿Podemos ayudarles?" - propuso su padre.

Tomás sonrió, sintiendo que su día aún podía mejorarse. Juntos, empezaron a buscar otros globos en el bosque, ayudando a cualquier niño que encontraban a recuperar su globo perdido. Cada vez que recuperaban un globo, la sonrisa de esos niños iluminaba el ambiente.

Finalmente, mientras caminaban de regreso, algo brillante atrapó su atención nuevamente. Este era un globo muy peculiar, con el logo de un circo.

"¡Mirá eso, papá!" - dijo Tomás, su voz rebosante de energía. "Tal vez este sea el mío!"

"¿Qué pensas?" - preguntó su padre.

Tomás pensó por un momento, luego dijo: "No, este no es el mío, pero será el globo de otra persona. Estoy feliz por haber ayudado a encontrar el de otros."

"Esa es la actitud correcta, Tomás. La felicidad se multiplica cuando ayudamos a los demais" - le dijo su padre con orgullo.

Después de un largo y divertido día, decidieron regresar a casa. Al llegar, Tomás se sintió satisfecho.

"Hoy no solo busqué mi globo, papá, ¡sino que también encontramos muchos otros!" - dijo Tomás, con una gran sonrisa.

"Y aprendimos que a veces, cuando algo se pierde, puede abrir la puerta a una aventura aún más emocionante" - agregó su padre, abrazándolo.

Y así, Tomás comprendió que la verdadera felicidad no siempre viene de tener algo, sino también de vivir momentos con quienes amas y ayudando a los demás.

Desde aquél día, Tomás no solo miraba los globos por el cielo, sino que también buscaba aventuras en cada rincón, siempre listo para ayudar a otros, recordando siempre que la vida era como un globo: a veces se escapaba, pero siempre traía sorpresas.

FIN.

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