El gnomo Miguel en el bosque y el parque infantil



El gnomo Miguel era un pequeño ser travieso que vivía en un mágico bosque lleno de colores y criaturas asombrosas. A Miguel le encantaba jugar entre las flores y cuidar de los animales del lugar, pero siempre soñaba con conocer el mundo más allá de los árboles, especialmente un lugar que había escuchado de otros gnomos: el parque infantil de los niños.

Un día, Miguel decidió que era hora de aventurarse. Reunió a sus amigos del bosque: Lía la mariposa, Rocco el sapo y Toti la tortuga, y les dijo:

"Amigos, hoy vamos a conocer el parque infantil. ¡Prometo que será una gran aventura!".

Lía, emocionada, aleteó alrededor de Miguel:

"¡Sí! He oído hablar de los columpios y los toboganes. ¡Quiero volar alto!".

Rocco, un poco más cauteloso, añadió:

"Pero, ¿y si nos perdemos? El bosque es grande y el parque está lejos".

Toti, que siempre encontraba el lado positivo en todo, dijo:

"No te preocupes, Rocco. Con un mapa y un buen plan, ¡podremos hacerlo sin problemas!".

Así fue como los cuatro amigos se prepararon. Miguel hizo un pequeño mapa del bosque y dejaron pequeñas huellas que los ayudarían a regresar. Partieron alegres por el sendero que llevaba al parque.

Mientras avanzaban, se encontraron con un río que bloqueaba su camino. Miguel, confiado, exclamó:

"¡Yo puedo saltar!". Pero al intentarlo, resbaló y cayó al agua.

"¡Miguel!" gritó Rocco.

Pero Lía, con su agilidad, voló a su rescate. Le llevó una rama y Miguel pudo sostenerse.

"Gracias, Lía! Estuvo cerca, pero ahora tengo otra idea".

Pensando rápido, Miguel usó su mapa para encontrar un lugar donde el río era más tranquilo. Después de un rato de saltos y risas, lograron cruzar.

Al llegar al parque infantil, sus ojos se iluminaron ante la vista de los columpios, toboganes y niños riendo y jugando. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que había un grupo de niños que no estaban jugando. Se veían tristes porque uno de ellos había perdido su pelota.

"¿Qué les pasa?" preguntó Miguel, acercándose cautelosamente.

Uno de los niños, con los ojos llorosos, respondió:

"Perdimos nuestra pelota y no sabemos dónde buscarla. Nos gustaría jugar, pero sin ella no es lo mismo".

Miguel, mirando a sus amigos, tuvo una idea:

"Podemos ayudarles a buscarla. ¡Juntos somos más fuertes!".

"Sí, ¡vamos!" exclamó Toti, ansiosa.

Los cuatro amigos, junto a los niños, comenzaron a buscar por todo el parque. Lía voló alto para ver desde arriba, Rocco revisó detrás de las plantas, Toti se movía despacito y Miguel preguntaba a otros niños si la habían visto. En eso, Lía de repente gritó:

"¡La veo!".

Apuntando con sus alas, los demás miraron. La pelota había quedado atrapada en el árbol más grande del parque.

"¡Yo puedo ayudar!" dijo Miguel, decidido. Se subió al árbol con su gran destreza y tomó la pelota entre sus manos, regresando al suelo con una sonrisa radiante.

"¡Aquí está!" gritó, entregándosela al niño que estaba más triste.

Todos los niños comenzaron a aplaudir, y el niño que había llorado, con su cara llena de alegría, dijo:

"¡Gracias! Ahora podemos jugar todos juntos".

El día continuó lleno de risas y diversión. Miguel y sus amigos se unieron a los juegos, columpiándose y deslizándose por los toboganes. Todos se hicieron amigos rápidamente y el parque se llenó de alegría.

Cuando el sol comenzó a ponerse, Miguel y sus amigos sabían que era hora de regresar al bosque. Pero antes de irse, uno de los niños le preguntó:

"¿Vuelven a jugar con nosotros otra vez?".

A lo que Miguel respondió con una sonrisa:

"Claro que sí, todos los días pueden ser una gran aventura si estamos juntos. Nunca dejen de jugar y ayudar a otros".

Y así, regresaron al bosque, más felices que nunca, llevando consigo la lección de la amistad, la ayuda mutua y la magia de jugar juntos, sin importar las diferencias. Desde ese día, el gnomo Miguel se convirtió en un héroe del parque y siempre lo recordarán como el gnomo que unió a los niños con su alegría y su generosidad.

FIN.

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