El Gol de la Amistad
Era un soleado sábado por la mañana, y Lucas estaba emocionado porque iba a jugar al fútbol con sus amigos en el parque. El fútbol era su pasión, y no podía esperar para anotar un gol. Como siempre, llevó su pelota azul, y al llegar al parque, vio a sus amigos ya formados en equipos.
"¡Lucas! Vení, estamos por comenzar el partido!" gritó Martina, una de sus mejores amigas.
Mientras los equipos se alineaban, Lucas notó algo inusual. Un nuevo chico, que no conocía, estaba con la mirada perdida en la cancha. Se llamaba Diego y no parecía muy seguro de querer jugar.
"¿Por qué no jugás con nosotros?" le preguntó Lucas, acercándose.
"No sé... soy nuevo y no sé jugar muy bien," respondió Diego, con la mirada en el suelo.
Lucas sonrió y le dijo:
"No te preocupes, aprendemos juntos. ¡El fútbol es para divertirse!"
Diego dudó un momento, pero luego asintió y se unió al equipo. El partido empezó, y Lucas rápidamente se dio cuenta de que Diego no tenía mucha experiencia. Se tropezaba con la pelota y a veces se quedaba parado en lugar de moverla. Pero en lugar de frustrarse, Lucas decidió ayudarlo.
"¡Vamos, Diego! Tratá de patear la pelota con el interior del pie, así es más fácil. Y no te olvides de moverte hacia la pelota!"
Con cada consejo, Diego adquiría más confianza. A medida que pasaba el tiempo, los chicos comenzaron a notar lo divertido que era que Diego estuviera jugando. La risa y las bromas comenzaron a llenar el aire, y la atmósfera del juego se volvió aún más alegre.
A medida que el partido avanzaba, Lucas recibió un pase y se lanzó hacia el arco. Con el corazón latiendo con fuerza, estaba a punto de patear, cuando de repente escuchó a Diego gritar:
"¡Lucas! ¡Pasame la pelota!"
En un impulso, Lucas decidió pasársela, aun cuando podría haber intentado el gol. Después de todo, había algo especial en el deseo de Diego por participar.
Diego recibió la pelota y, aunque tenía un poco de miedo, tomó impulso y pateó. ¡La pelota voló con dirección al arco!"¡Vamos, Diego! ¡Patea!" gritaban todos sus amigos, animándolo.
Con un poco de ayuda de la suerte, la pelota hizo un pequeño rebote y terminó en el fondo del arco. ¡Gol! Todos estallaron en vítores y aplausos.
"¡Increíble, Diego!" dijo Martina.
"¡Lo lograste! ¡Felicidades!" añadió Lucas con una gran sonrisa.
Diego no podía creerlo. Se sintió parte del equipo, y por primera vez, experimentó la alegría de jugar con amigos. Pero lo que Lucas no esperaba era un pequeño giro en la historia. Justo después del gol, Diego decidió que quería también participar de todos los entrenamientos y aprender más sobre fútbol.
"Lucas, ¿me podés enseñar más sobre el fútbol?" le preguntó con una gran sonrisa.
"¡Claro! Cada sábado, después de jugar, podemos entrenar juntos. ¡Serás un gran jugador!" respondió Lucas, muy emocionado.
Desde ese día, no solo Diego se volvió un gran jugador, sino que todos los sábados se reunían a practicar y jugar en el parque, formando un equipo unido, donde cada uno apoyaba al otro. El fútbol no solo trajo diversión a sus vidas, sino que también les enseñó la importancia de la amistad y la perseverancia.
Así que, cada vez que Lucas golpeaba la pelota, no solo soñaba con hacer goles, sino también con ayudar a otros a alcanzar sus sueños, porque al final, el verdadero gol era la amistad que construyeron juntos en el camino.
FIN.