El Gol de la Amistad
Era una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, donde el sol brillaba y la gente siempre tenía una sonrisa en el rostro. En este barrio vivía Alan, un chico apasionado por el fútbol. Desde muy pequeño, soñaba con ser un gran jugador y, cada vez que tocaba la pelota, se sentía como un verdadero campeón.
Un día, mientras navegaba en las redes sociales, Alan encontró a Romi. Ella era una joven entusiasta del deporte y compartía fotos en su perfil de sus hazañas en la cancha. Alan no pudo resistir la tentación de enviarle un mensaje.
"Hola Romi, soy Alan. Vi tus fotos jugando en la cancha y son geniales. Me encantaría conocerte y jugar juntos algún día."
Romi, que estaba encantada con el mensaje, le respondió rápidamente:
"¡Hola Alan! Gracias por tu mensaje. Claro, será divertido jugar juntos. Estoy en el club del barrio los sábados por la tarde. ¿Te gustaría venir?"
Alan no podía contener su emoción. El sábado llegó y, nervioso, se dirigió al club. Cuando llegó, vio a Romi calzando unos botines brillantes y una sonrisa radiante en su rostro.
"¡Hola! ¡Bienvenido!", saludó ella, y Alan sintió que debía ser valiente, así que se acercó a ella.
"¡Hola Romi! Es un placer conocerte. ¿Listas para jugar?"
Ambos comenzaron a patear la pelota y, a medida que jugaban, una conexión mágica se formó entre ellos. Romi se movía con gracia y Alan se mostró muy cariñoso, dedicándole varios goles.
"¡Ese fue para vos!", gritó Alan cada vez que anotaba, y Romi sonreía.
"¡Eres muy bueno! Pero yo también puedo hacer algunos goles", le respondió desafiándolo.
Pronto, sus risas y complicidad atrajeron la atención de los demás chicos en la cancha. Mientras pasaba el tiempo, se fue creando una hermosa amistad entre ellos, pero lo que ninguno imaginaba era que esa amistad florecería en amor.
Cuando terminó el partido, ambos se sentaron juntos bajo un árbol para descansar.
"¿Sabes? Nunca pensé que jugar con alguien podría ser tan divertido", dijo Romi, mirando a Alan.
"Yo tampoco, me encanta poder compartir esto contigo. Eres muy especial para mí."
Los días se convirtieron en semanas, y cada sábado se encontraban en la cancha, aunque ya no solo como amigos. Se comenzaron a enviar mensajes cariñosos a través de las redes sociales, compartiendo sus días y sus sueños.
Pero un día, ocurrió algo inesperado. Romi tuvo que mudarse a otra ciudad debido a la situación laboral de su familia.
"Alan, tengo que decirte algo...
- ¿Qué pasa, Romi?
- Me mudan a Córdoba este viernes..."
"No puede ser. Te voy a extrañar mucho".
Ambos se sintieron tristes, pero Alan decidió ser valiente.
"Romi, esto no es un adiós. Prometamos que seguiremos siendo amigos, sin importar la distancia. Vamos a mantenernos en contacto siempre."
"¡Sí, lo prometo!"
Así, aunque separados por millas, continuaron enviándose mensajes, fotos y videos jugando al fútbol, cada uno en su ciudad. Y lo más maravilloso sucedió: decidieron hacer un torneo de fútbol virtual, donde jugadores de diferentes lugares podían unirse y competir. Todos los sábados invitaron a sus amigos a participar y, pronto, la cancha virtual se llenó de risas y alegría.
Con el paso del tiempo, Alan y Romi se dieron cuenta de que, aunque la distancia era desafiante, su amor y amistad seguían creciendo. Así que, un día, Alan sorprendió a Romi.
"Romi, tengo una idea. Voy a ir a Córdoba el fin de semana de tu cumpleaños. ¿Te gustaría celebrar juntos?"
"¡Oh! Suena increíble, lo estaba esperando!"
Cuando llegó el día esperado, Alan apareció con una camiseta especial con el número 10 y el nombre de Romi estampado en la espalda.
"¡Feliz cumpleaños, Romi! Este día es para que sigamos celebrando nuestra amistad y el amor que hemos creado, no importa la distancia."
"¡Gracias, Alan! Eres el mejor. Nunca pensé que el fútbol me traería a alguien tan especial como vos."
Y así, Alan y Romi aprendieron que, aunque la vida a veces traiga cambios inesperados, el amor y la amistad siempre encuentran la forma de florecer. Juntos, con sus corazones llenos de pasión, prometieron seguir apoyándose en sus sueños y jugadas, no solo en la cancha, sino también en la vida real.
Desde entonces, cada vez que anotaban un gol, gritaban con alegría: "¡Este es nuestro gol!" Nunca olvidaron que, en el fútbol y en la vida, el verdadero triunfo es tener a alguien con quien compartirlo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.