El Gol de la Amistad
Era un hermoso día en el barrio, el sol brillaba, los pajaritos cantaban y los niños estaban ansiosos por jugar al fútbol. Juan y José, dos amigos inseparables, se habían reunido con sus amigos en el parque para organizar un partido. Ambos eran excelentes jugadores, pero había algo especial en cómo se complementaban en la cancha. Sin embargo, ese día, algo cambiaría en su relación.
El partido comenzó y los chicos se divirtieron como nunca. Juan hizo una gran jugada y pasó el balón a José, quien se lanzó hacia el arco con todas sus fuerzas. "¡Sí!" - gritó José al marcar el primer gol del partido. La emoción llenó el aire y todos festejaron.
Pero a medida que avanzaba el juego, Juan se sintió un poco frustrado. En su mente, él también quería ser el héroe del partido. Hizo varias jugadas espectaculares, pero no había logrado marcar un gol. "¡Vamos, José! ¡Pasame la pelota!" - le decía cada vez más ansioso.
Mientras tanto, José, emocionado por la victoria, comenzó a intentar marcar otros goles solo, dejando de lado a su amigo. "Mirá lo que puedo hacer, Juan" – dijo José mientras sortea a otros jugadores y se lanza al ataque otra vez.
Fue en ese momento cuando se produjo un giro inesperado. Roberto, otro compañero de juego, interceptó el balón y se lo pasó a Juan. Juan aprovechó y corrió hacia el arco rival, preparado para marcar. Sin embargo, cuando estaba a punto de disparar, recordó que el equipo siempre había ganado cuando trabajaban juntos.
"¡José! ¡Vení!" - gritó Juan. Pero José apenas lo escuchó, estaba demasiado concentrado en sus propios goles. En un momento de frustración, Juan intentó patear el balón, pero terminó chocando con José, derribando a ambos al suelo. El silencio se apoderó del parque mientras todos los chicos miraban la escena.
"¡¿Por qué no me pasaste la pelota? !" - exclamó Juan, aún tendido en el suelo.
"¡Estaba intentando ganar! No pensé que te molestaría" - respondió José, algo apenado.
Los otros chicos comenzaron a murmurar, y Juan sintió una punzada de decepción. "Siempre hemos sido un equipo. ¡Es más divertido jugar juntos!" - dijo con tristeza.
"Tienes razón... No sé en qué estaba pensando. Era solo un gol, pero nuestra amistad es mucho más importante" - admitió José, con un gesto de sinceridad.
Ambos se levantaron, se sacudieron el polvo y se dieron un fuerte abrazo. Los demás chicos aplaudieron, felices de ver que todo había quedado en un malentendido. Juan y José aprendieron una valiosa lección: "Sé que es lindo hacer goles, pero lo importante es divertirnos juntos, apoyarnos y celebrar el éxito del otro" - dijo Juan sonriendo.
"¡Sí! ¡Juntos siempre somos más fuertes!" - agregó José, emocionado.
El resto del partido fue un verdadero espectáculo de trabajo en equipo. Pasaron el balón, hicieron jugadas de ensueño y celebraron juntos cada gol, sin importar quién lo había marcado. El partido terminó con un empate, pero la victoria real fue su renovada amistad.
Cuando el sol comenzó a esconderse, los chicos, incluidos Juan y José, se sentaron en el césped y hablaron sobre sus sueños futuros. "Cuando seamos grandes, ¿seremos un equipo profesional de fútbol?" - planteó José.
"¡Sí! Pero esta vez, prometemos jugar en equipo" - contestó Juan, sonriendo.
Así, con risas y nuevos sueños, el día concluyó. La experiencia de aquel gol compartido, una simple lección de amistad, se convirtió en un recuerdo imborrable para todos.
Y así, Juan y José continuaron jugando juntos, cada vez más unidos por una amistad que siempre celebró el trabajo en equipo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.