El Gol de la Amistad



En la escuela primaria Manuel Belgrano, todos los recreos eran el mismo espectáculo: André Richie y Emilio, los dos mejores amigos, lideraban el equipo de fútbol más popular del colegio. Eran los reyes del juego, y todos los chicos querían estar en su equipo. Pero también había un grupo de chicas que soñaban con jugar, y ellas eran Valentina, Lía y Sofía, tres amigas que estaban decididas a demostrar que podían ser igual de buenas que los chicos.

Un día, mientras todos estaban en la cancha, Valentina se acercó a André y Emilio con una sonrisa.

"Chicos, ¿podemos unirnos a ustedes en el próximo partido?" - dijo Valentina emocionada.

André frunció el ceño y replicó:

"No sé... el fútbol es para chicos, Valen. No querrás jugar con nosotros, ¿verdad?"

Emilio se sumó a la conversación con una risa burlona:

"Sí, claro, las chicas son para el baile, ¿no?"

Las tres niñas se miraron, desilusionadas, pero no se rindieron. Cuando se alejaron, Lía dijo:

"No podemos dejar que nos digan que no podemos jugar. ¡Vamos a entrenar por nuestra cuenta!"

Sofía asintió y decidió:

"Sí, tenemos que mostrarles de lo que somos capaces. Vamos a practicar!"

A partir de ese día, las chicas empezaron a entrenar en la cancha del parque después de la escuela. Se levantaban temprano y corrían, aprendían a driblar y practicaban sus tiros. Cada día mejoraban más y más, hasta que por fin se sintieron listas para un desafío.

Una semana después, se organizaron varias actividades en la escuela, incluyendo un torneo de fútbol. Valentina, Lía y Sofía decidieron inscribirse como su propio equipo, llamándose "Las Tigresas". Cuando André y Emilio se enteraron, se rieron con desdén.

"¿Las chicas creen que pueden competir con nosotros?" - exclamó Emilio entre risas.

"Este torneo va a ser pan comido..." - agregó André.

Pero a medida que se acercaba el torneo, la atención se volvía hacia "Las Tigresas", quienes comenzaron a ganar cada uno de sus partidos. Sus habilidades en el campo sorprendieron a todos: driblaban con agilidad, hacían pases precisos y defendían el arco con una valentía increíble. André y Emilio se dieron cuenta de que las chicas no estaban jugando para perder.

El gran día llegó. El torneo estaba lleno de energía y emoción. La final sería entre "Las Tigresas" y el equipo de André y Emilio. Cuando sonó el pitido inicial, comenzó un partido repleto de acción. Las chicas demostraron su destreza mientras los chicos intentaban comprobar que eran los mejores. Con cada pase y cada gol, la cancha se llenaba de vítores, tanto para las chicas como para los chicos.

Al final del partido, el marcador estaba empatado. Con los nervios al máximo, Valentina se encontró con el balón en la última jugada. André se lanzó para interceptar, pero ella estaba decidida. Avanzó, superó a André y lanzó un tiro impresionante. ¡Gol! El estadio estalló en vítores. Las Tigresas habían ganado el torneo, y todos se quedaron boquiabiertos.

André y Emilio se acercaron a las chicas, un poco avergonzados pero con mucho respeto.

"Chicas, no había pensado que jugaran tan bien. Ustedes son geniales" - comentó Emilio, sonriendo.

André agregó:

"Sí, fue un gran partido. Me gustaría que se unieran a nuestro equipo de fútbol. Podemos ser un gran equipo juntos".

Las niñas miraron a sus amigos, sorprendidas pero alegres.

"Claro, ¡sería genial jugar todos juntos!" - dijo Sofía con entusiasmo.

Desde ese día, el equipo de fútbol de la escuela dejó de ser solo de chicos y se convirtió en un verdadero equipo, donde todos, sin importar su género, podían jugar y compartir su amor por el fútbol. André, Emilio, Valentina, Lía y Sofía se convirtieron en un ejemplo de respeto, inclusión y amistad, enseñando a los demás que lo más importante no era si eras chico o chica, sino el amor por el juego y la capacidad de trabajar juntos.

Y así, el fútbol en la escuela Manuel Belgrano ya nunca más sería solo para chicos, se convertiría en el deporte de la amistad, donde todos podían vivir su sueño.

FIN.

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