El Gorila Lector



Había una vez un gorila llamado Goro que vivía en la selva. Aunque su vida era divertida, Goro tenía un sueño: aprender a leer. Miraba a los humanos desde lejos, observando cómo tenían sus narices metidas en esos extraños libros y siempre parecían tan fascinados.

Un día, mientras exploraba cerca de un campamento humano, Goro encontró un libro tirado en el suelo. Era un libro de cuentos ilustrado con colores brillantes. -¡Qué bonito! - pensó, mientras hojeaba las páginas llenas de dibujos.

-¡Hola, gorila! ¿Qué haces? -preguntó una niña que se acercó al campamento.

-¡Hola! -respondió Goro emocionado-. Solo miraba este libro. Me gustaría poder leerlo.

La niña, llamada Lía, sonrió y dijo: -¿Te gustaría que te enseñe a leer? Tengo una idea. Podemos hacer un club de lectura en la selva.

Goro se llenó de alegría. -¡Sí, sí! ¡Eso sería genial!

-Perfecto, entonces empecemos mañana -dijo Lía entusiasmada, sin saber lo que esto significaría para su nuevo amigo.

Al día siguiente, Goro reunió a todos sus amigos animales en un claro de la selva. -¡Atención, amigos! -rugió Goro-. ¡Hoy comenzamos un club de lectura! Aprenderemos a leer.

Los animales se miraron entre sí, un poco confundidos. -¿Leer? -preguntó un loro colaborador-. ¿Eso se come?

-¡No, no! -respondió Goro-. Leer es mágico, podemos viajar a otros mundos con solo mirar las palabras.

Y así, Lía comenzó a enseñarles. Usó cuentos de hadas, aventuras de viajes y leyendas fascinantes. Sin embargo, no todo fue fácil. Un día, un gran tigre llamado Tigo se acercó, frunciendo el ceño.

-¿Qué hacen aquí? -preguntó Tigo-. ¡Los animales no leen! Eso es solo para los humanos.

Goro se plantó firme. -¡Pero los libros pueden enseñarnos tantas cosas! -contestó-. Podemos aprender a construir, a ayudar a otros, a soñar y ser valientes.

Tigo se rió y dijo: -¿De verdad crees eso? No me suena muy divertido.

Lía, decidida a convencer al tigre, le propuso un desafío. -Si te gusta el deporte, ¿qué te parece si jugamos una final de fútbol? Si ganás, seguiremos con lo nuestro, pero si perdés, tendrás que leer un cuento con nosotros.

Tigo, muy confiado, aceptó el reto. Y así, el juego comenzó. Pero, aunque Tigo era rápido y fuerte, Goro y Lía jugaron como un gran equipo. Al final, sorprendiendo a todos, Goro metió un gol de arco a arco.

-¡Gol! -gritaron todos los animales.

Tigo, boquiabierto, tuvo que aceptar la derrota.-Está bien, pero no soy muy bueno para leer -admitió.

-Nosotros te ayudaremos -dijo Lía con una sonrisa-. Lo importante es intentarlo. Aprender es un juego, un viaje.

Y así, poco a poco, Tigo se unió al club de lectura. Después de algunas semanas, los animales, incluidos Goro y Tigo, se convirtieron en verdaderos expertos en cuentos. Organizaron funciones de lectura en la selva donde animaban a otros animales a unirse y disfrutar del mágico mundo de la lectura.

El aire estaba lleno de risas y cuentos, y Goro estaba orgulloso de haber dado el primer paso para cumplir su sueño. Un día, mientras leía un cuento a su grupo, miró hacia la selva verde y vibrante, lleno de sus amigos ávidos de aprender.

-Esto es solo el comienzo -dijo Goro, mirando a Lía-. Hay tantas historias por descubrir y tantos mundos que explorar.

Todos los animales aplaudieron, y desde ese momento, el club de lectura se convirtió en un lugar de encuentro donde la lectura unió a la selva.

Así, Goro vivió su sueño y mostró que, sin importar las diferencias, siempre podemos seguir nuestros sueños. En la selva, no solo los humanos leen, sino que todos pueden aprender y compartir la magia de las historias juntos.

FIN.

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