El Gran Adivino de los Alimentos



Era una mañana radiante en la sala verde del jardín de infantes, donde la profesora residente de tecnología, Jesica, había llegado con su energía contagiosa.

"¡Buenos días, chicos!" - exclamó Jesica con una gran sonrisa, mientras los 21 pequeños se agolpaban alrededor de su mesa.

"¡Profe, profe!" - gritó uno de los nenes.

"¿Qué haremos hoy?" - preguntó una nena emocionada.

"¡Hoy vamos a convertirnos en detectores de alimentos saludables!" - dijo Jesica mientras mostraba una bandeja llena de frutas y verduras vibrantes.

Los niños miraban fascinados, y pronto comenzaron a reconocer las formas y colores de los alimentos en la bandeja. Jesica pensó en crear una actividad donde pudieran interactuar y aprender al mismo tiempo.

"Vamos a hacer un juego: si yo les muestro un alimento, ustedes tendrán que adivinar si es saludable o no, ¿les parece?" - propuso ella.

"¡Siiii!" - corearon todos al unísono.

Jesica levantó una zanahoria.

"¿Es saludable?"

"¡Sí!" - gritaron los chicos.

Luego mostró un paquete de papas fritas.

"¿Y esto?"

"Noooooo"  - dijeron al unísono, riendo.

Se armó un clima divertido y lleno de risas. Cada acertijo traía más entusiasmo y los niños se sentían cada vez más como pequeños expertos en alimentos. Entonces, Jesica tuvo una idea brillante.

"¡Chicos! ¿Qué les parece si creamos unas etiquetas para nuestros alimentos saludables?"

"¡Sí, sí!" - respondieron emocionados.

Dividió a los niños en grupos y les proporcionó pinturas y cartulinas. A medida que empezaban a dibujar y escribir, Jesica notó que algunos se debatían en la elección de los alimentos. Algunos niños defendían con pasión sus snacks favoritos, aunque no fueran del todo saludables.

"Profe, yo quiero dibujar galletitas!" - dijo uno, mientras los demás se reían.

"¡Esas son ricas pero no tan sanas, amigo!" - sonrió Jesica.

Y así, la actividad reveló no solo la creatividad de cada niño, sino también la necesidad de comprender mejor lo que consumían. Pero el giro llegó cuando un pequeño llamado Mateo se detuvo a pensar.

"Profe, ¿podemos hacer galletitas saludables?"

Jesica se iluminó con la idea.

"¡Por supuesto! Podemos buscar recetas en casa y luego traer los ingredientes para hacer una receta saludable juntos. ¡Seremos unos chefs!"

"¡Siii, yo traigo avena!" - dijo una nena, mientras todos comenzaban a especular sobre los ingredientes.

El proyecto no solo se concentró en dibujar, sino que se expandió a investigar y cocinar con la familia. Al final de la semana, los niños llegaron al jardín con sus ingredientes y una enorme expectativa.

Juntos, comenzaron a mezclar, a amasar y a hornear. El aroma llenó la sala verde y los ojos de los niños brillaban. Cuando probaron sus galletitas hechas a mano, sus risas y sonrisas decían más que mil palabras.

"¡Estamos comiendo algo rico y saludable!" - gritó Mateo, mientras compartían en un círculo al aire libre.

La experiencia fue un gran éxito. Jesica sintió una mezcla de satisfacción y alegría al ver cómo los niños habían aprendido no solo sobre alimentos saludables, sino también sobre trabajar en equipo y experimentar en la cocina.

En su corazón guardó esa mañana como su mejor clase, ya que no solo les había transmitido conocimiento, sino que les había hecho descubrir la magia de cocinar y compartir.

Y así, la sala verde se convirtió en un lugar donde la alimentación saludable no solo era un concepto, sino un delicioso viaje que los pequeños guardarían para siempre en sus corazones.

FIN.

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