El Gran Amanecer de Estrella
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Esperanza, donde todos los niños y niñas solían jugar en el parque y contar historias sobre héroes valientes. Un día, mientras exploraban un rincón del bosque, encontraron un misterioso baúl cubierto de polvo.
"¿Qué será esto?", preguntó Sofía, la más curiosa del grupo.
"¡Abrámoslo!", gritó Lucas, entusiasmado.
Cuando abrieron el baúl, en lugar de joyas o oro, encontraron un libro antiguo que brillaba con una luz especial. Sus páginas estaban llenas de dibujos de criaturas extrañas y valientes héroes.
"Miren esto", comentó Mateo, señalando un dibujo de un demonio con dos cuernos y una sonrisa malvada.
"¡Qué aterrador!", dijo Valentina, sintiéndose un poco inquieta.
Pero al pasar las páginas, descubrieron que no todo era oscuro. Había una ilustración de un sol enorme, del cual emanaban rayos dorados. Abajo, se leía: 'Cuando los oscuros vengan, el gran héroe llegará trazando el camino hacia la luz'.
"¿Qué crees que significa eso?", preguntó Sofía, mirando a sus amigos con curiosidad.
"Creo que se trata de un desafío", contestó Lucas. "Tal vez si los demonios vienen, tendremos que enfrentarlos con valentía."
Todos estaban un poco nerviosos, pero decidieron que si alguna vez se presentaba esa situación, cada uno haría lo posible para ayudar. Estaban inspirados y querían ser como los héroes de los cuentos.
Al día siguiente, el cielo se oscureció repentinamente. Los niños miraron al horizonte y vieron figuras oscuras surgiendo del bosque. Eran demonios, que venían a causar problemas en el pueblo.
"¡Rápido!", gritó Sofía. "¡Tenemos que hacer algo!"
Decidieron organizarese. Cada niño eligió un papel: algunos hicieron carteles de bienvenida, otros pintaron colores brillantes en sus caras, y otros formaron un canto alegre.
Los demonios, sorprendidos por los colores y las risas, se detuvieron un momento. Se miraron entre sí, confundidos.
"¿Qué es esto?", preguntó el diablillo más pequeño que se llamaba Roco.
"¡Es una fiesta!", gritó Valentina sin dudar.
"¿Una fiesta? Pero venimos a causar problemas!", exclamó uno de los demonios mayores.
"¡Y nosotros venimos a compartir alegría!", respondió Mateo, decidido. "No tienes que ser malo. Puedes venir a jugar."
Los demonios, intrigados y aunque un poco reacios, decidieron unirse a la celebración. Roco, el diablillo pequeño, comenzó a bailar. Los demás se miraron, dudando, pero pronto la música y las risas envolvieron el ambiente.
"Eso es lo que necesitamos, alegría y imaginación", comentó Sofía a sus amigos.
A medida que avanzaba la fiesta, los demonios comenzaron a dejar de lado su mal humor.
"Nosotros nunca nos habíamos divertido así", admitió Roco con una sonrisa.
Después de un rato, los demonios se sintieron tan felices que decidieron hacer algo diferente. Mientras los niños seguían jugando, comenzaron a ayudar en distintas actividades: a pintar nuevos murales, a crear juegos, y hasta organizar picnics.
"No habíamos pensado que jugar podía ser tan divertido y que no necesitamos ser terribles para divertirnos", reconoció uno de los demonios.
El sol volvió a brillar, y los adultos del pueblo salieron a ver lo que ocurría. Al principio estaban asustados, pero luego se unieron a la fiesta. Todos comenzaron a celebrar juntos.
Con una gran sonrisa, Sofía y sus amigos se dieron cuenta que los demonios no eran tan malos después de todo, solo necesitaban un poco de amor y alegría.
A partir de ese día, el pueblo de Esperanza fue conocido como el lugar donde la luz superó a la oscuridad. Todos aprendieron que ser valientes no significaba luchar, sino compartir alegría y amor.
Así, los niños y los demonios se convirtieron en amigos inseparables y cuando alguna tormenta oscura llegaba, sabían que juntos podrían encontrar una solución en la alegría y en el juego. Siempre habrá un nuevo amanecer. Y así, el gran héroe de esta aventura no fue otro que la amistad y el valor que tenían en sus corazones.
FIN.