El Gran Amigo de Jonathan



Era un hermoso día en el barrio de Jonathan, un niño rubio de ojos azules que siempre sonreía. Su casa era un lugar lleno de amor, donde sus papás, Javi y Jonatan, le contaban historias y lo acompañaban en sus travesuras. Pero, lo que más alegraba a Jonathan eran sus dos gatos: Alaska, una gata blanca y suave, y Oliver, un nuevo miembro de la familia, un adorable gatito persa de color gris.

Desde que Oliver llegó, Alaska estaba un poco celosa, al principio. Ella era muy juguetona y disfrutaba ser la única en recibir toda la atención de Jonathan. Sin embargo, este nuevo amigo no tardó en ganarse su corazón.

"Mirá, Alaska, ¡así se juega!" - dijo Jonathan, lanzando un pequeño ovillo de lana que comenzó a rodar por el piso.

"Miau, miau, miau" - respondía Alaska, mirada desafiante mientras observaba a Oliver correr tras el ovillo con su pelaje gris brillando sobre el suelo.

Jonathan se sentó en el suelo, rodeado de sus dos amigos felinos. Disfrutaba ver cómo se perseguían y jugaban juntos. La felicidad de ese momento era enorme.

Pero un día, mientras Jonathan jugaba en su habitación, escuchó un fuerte ruido proveniente de la sala. Al acercarse, vio que Alaska y Oliver estaban tratando de atrapar algo.

"¡Chicos! ¿Qué están haciendo?" - preguntó Jonathan intrigado.

Al darse cuenta de que era una pequeña mariposa que volaba incansablemente, se alegró.

"¡No, no! No deben lastimarla, es hermosa. Miremos cómo juega con nosotros" - exclamó.

Alaska y Oliver se detuvieron, con curiosidad, observando cómo la mariposa danzaba por el aire.

"Es como un juego, pero sin hacer daño" - dijo Jonathan en voz alta, recordando lo importante que era cuidar a todos los seres vivos.

De repente, la mariposa se posó en la ventana y allí los gatos no pudieron resistirse. Oliver, en su afán por atraparla, se trepó a la ventana.

"¡Cuidado, Oliver!" - gritó Jonathan, mientras se apresuraba a ayudarlo.

La ventana estaba abierta y Oliver, al querer saltar, casi se cae. Jonathan actúo rápido y logró sostenerlo a tiempo.

"¡Gracias, Jonathan!" - maulló Oliver, ligeramente asustado.

"De nada, amigo. Nadie se lastima en mi casa, ¡eso es importante!" - respondió Jonathan, acariciando a su nuevo amigo.

Desde ese día, Jonathan comprendió que jugar era divertido, pero también debía cuidar a sus amigos, tanto los de dos patas como los de cuatro. Alaska y Oliver aprendieron a ser más pacientes y gentiles entre sí, y juntos disfrutaron de la compañía de la mariposa.

Pasaron los días y se hicieron inseparables. La relación de Jonathan con sus gatos se fortaleció. Aprendió que cada animal tiene su propio carácter, y que a veces, ser paciente es la clave para construir amistades.

Así, con cada día que pasaba, Jonathan, Alaska y Oliver vivieron grandes aventuras de juego, risas y amor. Y siempre recordando que ser un buen amigo, ya sea humano o felino, es lo más valioso que uno puede tener.

Y así termina la historia de Jonathan y sus dos encantadores gatos, que aprendieron a cuidar y respetar la vida en todas sus formas, convirtiendo su hogar en un verdadero paraíso de alegría y diversión.

"¡Qué lindo es tener amigos!" - dijo una vez más Jonathan mientras acariciaba a sus amigos felinos, sabiendo que siempre estarían a su lado.

FIN.

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