El Gran Amistad de Sofía y Lucas



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía una niña llamada Sofía. Era una niña curiosa, llena de sueños y siempre dispuesta a explorar su entorno. Un día, mientras jugaba en el parque, vio a un niño nuevo que parecía un poco perdido entre los columpios.

"Hola, soy Sofía. ¿Te llamás Lucas?" - preguntó con una sonrisa.

El niño, con una mirada tímida, asintió.

"Sí, soy Lucas. Me mudé aquí hace poco y no conozco a nadie." - respondió mientras miraba al suelo.

Sofía, emocionada, le propuso:

"¿Querés jugar con nosotros?" - señalando a un grupo de niños que jugaban al fútbol.

Lucas dudó un momento, pero el brillo en los ojos de Sofía le dio valor.

"Está bien, ¡me encantaría!" - exclamó.

Y así, Lucas se unió al juego. A medida que pasaban los días, Sofía y Lucas se volvieron inseparables. Exploraban el parque, hacían tareas escolares juntos y hasta crearon un club de amigos llamado "Los Exploradores".

Un día, mientras caminaban por el barrio, Sofía le dijo a Lucas:

"¿Ves ese árbol gigante? Dicen que es el más antiguo del barrio. ¿Te gustaría conocer su historia?"

"¡Sí! Me encanta aprender cosas nuevas!" - respondió Lucas emocionado.

Juntos decidieron investigar sobre el árbol. Hicieron preguntas a los vecinos, buscaron en libros de la biblioteca y descubrieron que el árbol había estado allí por más de cien años, y que había sido testigo de muchos acontecimientos importantes de la comunidad. Lucas se sintió feliz por haber aprendido algo nuevo y Sofía se sintió orgullosa de su amistad.

Sin embargo, surgió un giro inesperado: Lucas debía mudarse nuevamente a otra ciudad. Cuando se lo contó a Sofía, el corazón de la niña se hundió.

"No, Lucas, no puede ser. ¿Por qué tenés que irte?" - preguntó con tristeza.

"Mis papás encontraron un nuevo trabajo y hay que irnos pronto. Pero siempre te llevaré en mi corazón, Sofía" - respondió Lucas mientras una lágrima rodaba por su mejilla.

Sofía pensó por un momento y luego dijo:

"¡No! No quiero que esto sea un adiós, quiero que sea un hasta luego. ¡Podemos seguir explorando juntos aunque estemos lejos!"

Lucas sonrió débilmente.

"¿Cómo?" - preguntó curioso.

"Podemos hacer un diario de exploraciones y escribirnos. ¡Siempre habrá aventuras nuevas esperando por nosotros!" - exclamó Sofía.

Y así, con más determinación que tristeza, los amigos decidieron comenzar su diario de exploraciones. Cada semana, se comprometerían a contarle al otro sobre nuevas aventuras, descubrimientos y amigos en sus respectivos lugares. Lucas prometió que, cuando volviera, buscaría a Sofía y juntos revivirían cada una de las historias que habían compartido.

Con el tiempo, la distancia los hizo más fuertes. Sofía y Lucas enviaron cartas, fotos y pequeños regalos que representaban sus experiencias. Un día, mientras Sofía escribía en su diario, recibió una carta con una foto de Lucas en su nuevo parque, junto a un árbol que era casi tan grande como el de su barrio.

"¡Mirá, Sofía! Este árbol también es especial, ¡pero nunca igualará al nuestro!" - decía Lucas en su carta.

Sofía se llenó de alegría.

"¡Eso me encanta! Siempre seremos amigos, Lucas, sin importar la distancia." - escribió ella.

Finalmente, llegó el día en que Lucas volvió a su barrio. Olía a flores y la brisa estaba llena de promesas. Sofía lo vio desde lejos y corrió hacia él, dándole un fuerte abrazo.

"¡Lucas! ¡Nunca dejé de explorar, pero ahora tengo alguien especial con quien compartir mis aventuras!" - le dijo Sofía, sonriendo.

"Y yo también. ¡Vamos, Sofía! Hay mucho por descubrir!" - respondió Lucas, lleno de energía.

Desde entonces, Sofía y Lucas continuaron explorando juntos, enseñando a los demás que la amistad puede superar cualquier obstáculo y que siempre hay aventura esperando, sin importar la distancia.

Y así, cada vez que miraban al árbol más grande del barrio, recordaban que lo que los unía era más fuerte que cualquier distancia, y que siempre habría un futuro lleno de historias por contar y aventuras por vivir.

FIN.

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