El Gran Aprendiz de Respeto



Había una vez un niño llamado Lucas, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y árboles frutales. Lucas era un niño curioso y juguetón, pero tenía un pequeño problema: le costaba pedir permiso antes de tomar algo que no era de él. Siempre creía que si algo le gustaba, podía tomarlo sin preguntar.

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Lucas vio algo brillante en el suelo. Era una pelota de fútbol nueva que pertenecía a su amigo Tomás.

"¡Mirá lo que encontré, un balón!" -exclamó Lucas, emocionado."Voy a jugar con esto".

Tomás se acercó, un poco preocupado.

"Eh, Lucas, esa pelota es mía. ¿No deberías pedir permiso antes de usarla?"

Lucas frunció el ceño.

"Pero a mí me gusta, y no creo que pase nada si juego un rato".

Tomás suspiró.

"Te perderás lo mejor de jugar juntos, ¿no crees?"

Lucas se quedó pensando, pero decidió que no le importaba y comenzó a patear la pelota por el parque. Sin embargo, tras unos minutos de juego, la pelota se fue rodando hacia la calle y, desafortunadamente, un coche la atropelló. ¡Puf! La pelota se fue a volar y quedó destrozada.

"¡Nooo! Mi pelota!" -exclamó Tomás, muy triste.

Lucas se sintió mal, sabía que él había arruinado algo que le pertenecía a su amigo. Se acercó a Tomás con lágrimas en los ojos.

"Siento mucho haber usado tu pelota sin pedir permiso, no debí hacerlo".

Tomás lo miró, sorprendido.

"Está bien, Lucas, pero deberías aprender a respetar las cosas de los demás."

A partir de ese día, Lucas decidió que iba a cambiar. Quería ser un buen amigo, así que empezó a practicar el arte de pedir permiso.

Unos días después, en el parque, vio una hermosa cometa volando alto en el cielo. Era de su amiga Ana, que estaba sentada en una manta a la sombra.

"Hola, Ana. ¿Puedo intentar volar tu cometa?"

Ana sonrió felizmente.

"¡Claro, Lucas! Me encantaría que la volaras".

Lucas sintió una calidez en su corazón. Era tan gratificante pedir permiso y ser respetuoso. Pasaron la tarde volando la cometa juntos, riendo y disfrutando del momento.

Días después, Lucas decidió invitar a sus amigos a su casa para jugar. Quería ofrecerles algo rico para comer, así que, antes de entrar a la cocina, pensó en un dulce que había visto en la despensa. Pero recordó su compromiso de respetar las cosas de los demás. Llamó a su mamá.

"Mamá, ¿puedo compartir algunos de los caramelos con mis amigos?"

Su mamá sonrió.

"Por supuesto, pero siempre recuerda pedir permiso antes de tomar algo, ya sea un caramelo o una pelota".

Los amigos de Lucas llegaron y todos disfrutaron de los caramelos, reían y jugaban. Lucas se sintió muy feliz.

Con el tiempo, Lucas se convirtió en un gran ejemplo para sus amigos. Todos comenzaron a pedir permiso y a cuidar las cosas de los demás. Un día, Tomás se acercó a él.

"Oye, Lucas, gracias por ser un buen amigo y siempre pedir permiso. La amistad se vuelve más fuerte cuando todos nos respetamos".

Lucas sonrió, comprendiendo que cuando uno aprende desde pequeño a ser respetuoso, crea lazos más fuertes. Y así, el niño que solía tomar cosas sin preguntar, se convirtió en el Gran Aprendiz de Respeto, y su vida se llenó de amistad y diversión compartida.

Desde ese día, el pueblo entero siempre recordaría la lección valiosa que aprendió Lucas: pedir permiso y respetar a los demás, es una forma de mostrar cariño y construir lazos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!