El Gran Aventura de Juanito y su Truza Rota
Era una mañana soleada en el barrio de Juanito. El pequeño tenía muchas ganas de salir a jugar con sus amigos, pero había un pequeño inconveniente: su truza favorita estaba rota. Un gran agujero justo en la parte trasera.
"No puedo salir así, me van a hacer burla" - se lamentó Juanito, mirándose al espejo.
Su mamá, que estaba en la cocina, lo escuchó y se acercó.
"No te preocupes, hijo. Las cosas no son tan malas como parecen. A veces las aventuras comienzan con un pequeño contratiempo" - le dijo, sonriendo.
Juanito no estaba seguro de eso, pero decidió ser valiente. Se puso una camiseta larga que cubría su truza y salió afuera.
Cuando llegó al parque, sus amigos ya estaban jugando a la pelota.
"¡Juanito! Vení a jugar" - le gritaron.
Con un poco de miedo, Juanito se acercó. Pero en cuanto comenzó a jugar, se olvidó de su truza y se dejó llevar por la diversión. El tiempo pasó volando y en un momento de euforia saltó para tomar la pelota y... ¡zas! Se resbaló y se cayó.
Todos los chicos se acercaron.
"¿Estás bien?" - le preguntaron.
"Sí... pero mi truza..." - dijo Juanito sonrojándose, visiblemente avergonzado.
"No pasa nada, a todos nos ha pasado algo así. Lo importante es que te levantaste y seguiste jugando!" - le respondió su amigo Lucas.
Juanito se sintió un poco más tranquilo, pero la inseguridad aún lo acompañaba. A medida que avanzó la tarde, decidieron hacer una competencia de saltos. Juanito se fue acercando al lugar de la competencia cuando notó que había un grupo nuevo de chicos observando.
"No creo que pueda saltar. Me dará vergüenza" - pensó.
"Vamos, Juanito, no seas tímido" - lo alentó su amiga Sofía.
"Sí, hacelo como si nadie estuviera mirando" - agregó Esteban.
Con un último suspiro, Juanito se animó. Se colocó al inicio de la carrera cumpliendo con todos los nervios y dio el salto más alto que pudo. Aterrizó de pie, pero el impulso lo llevó a caer de nuevo.
"¡Eso fue increíble!" - exclamó Sofía.
"¡Sos un campeón! No me fijé en tu truza, solo en tu valentía" - dijo Lucas.
Juanito se levantó una vez más, esta vez riéndose de sí mismo.
"Tenía miedo por mi truza, pero me di cuenta que lo más importante fue que disfruté el momento. Y ustedes son los mejores amigos del mundo" - sonrió.
A partir de ese día, Juanito entendió que las apariencias no importan tanto. Lo importante es disfrutar, ser valiente y tener amigos que lo apoyan. Así, la truza rota se convirtió en el símbolo de una gran aventura. Cuando regresó a casa, su mamá le preguntó sobre su día.
"¡Fue genial, mamá! Jugamos y saltamos, y todos se divirtieron mucho. Al final, no importa que mi truza esté rota!"
Como moraleja, Juanito aprendió que a veces lo que parece un problema puede ser el inicio de una gran historia. Y así, su truza rota se volvió la anécdota que jamás olvidará, recordándole lo importante que es disfrutar de cada momento.
FIN.