El Gran Aventura de Santiago y sus Papás
Hace mucho tiempo, en un pequeño barrio de Buenos Aires, vivían Geovany y Diana Carolina, dos papás muy jóvenes y un poco desorganizados. Ellos tenían un hermoso bebé llamado Santiago, quien era la alegría de sus días. Aunque amaban mucho a su hijo, a veces olvidaban las cosas más importantes.
Un día, mientras Santiago estaba jugando en el parque, Geovany y Diana Carolina decidieron que era un buen momento para hacer un picnic.
"¿Llevás las frutas, Diana?" preguntó Geovany.
"Sí, las dejé en la heladera. No te preocupes," respondió ella, sonriendo mientras miraba a Santiago que ya había encontrado un perro que le ladraba amistosamente.
Al llegar al parque, se dieron cuenta que habían olvidado la manta y muchas cosas deliciosas para el picnic.
"Ay, no traje la manta, ¿y vos la bebida?" se quejó Geovany.
"No, no la traje," reconoció Diana Carolina, rascándose la cabeza. Sin embargo, lo que sí hicieron fue construir un castillo de arena para que Santiago jugara.
Mientras Santiago jugaba y reía en el parque, sus papás comenzaron a notar que el perro que le había ladrado antes se había acercado un poco más.
"Mirá, Santiago, ese perrito es muy simpático," dijo Diana Carolina.
"Sí, pero no deberíamos acercarnos demasiado. Podría morderte," advirtió Geovany.
Justo en ese momento, el perro brincó hacia Santiago y empezó a lamerle la cara.
"¡Mirá, papá! ¡Es como un amigo!" gritó el pequeño, riendo mientras intentaba empujar al perro un poco.
Geovany y Diana Carolina se rieron, pero un poco más adelante el perro se puso a correr por todo el parque, arrastrando a Santiago detrás de él.
"¡Santiago, vuelve!" gritó Diana Carolina, corriendo detrás de ellos.
"¡No se preocupen! Estoy aquí!" respondió Santiago, feliz y emocionado.
Los papás pronto se dieron cuenta de que su pequeño estaba persiguiendo al perro.
"¡Eso no está bien!" exclamó Geovany, mientras los tres se iban alejando.
Después de un rato, cuando empezaron a jugar a las escondidas, la señora Marta, quien había visto la escena desde su banco, decidió intervenir.
"¡Chicos!" les gritó, con un tono firme pero amable.
"¡Miren a su bebé! Es muy pequeño para andar por ahí sólo. ¡Pueden perderlo!"
Geovany y Diana Carolina se detuvieron y siguieron la dirección del sonido. Vieron a Santiago tratando de hacer un castillo aún más grande, mientras el perro ahora estaba dormido a su lado.
"Tienes razón, señora Marta," dijo Diana Carolina, dándose cuenta de lo que podrían haber hecho.
"¡Gracias por cuidarlo!" añadió Geovany, sonriendo al pensar en las travesuras de su hijo.
Esa tarde, con el consejo de la señora Marta, decidieron que debían ser más responsables.
"Desde ahora, siempre vamos a verificar que tengamos todo lo necesario," propuso Diana Carolina.
"Y siempre, siempre, vamos a cuidar a Santiago,” agregó Geovany.
Pronto, los tres se sentaron a disfrutar de un picnic sobre la hierba, esta vez recordando la manta y algunas golosinas.
"Papás, ¿puedo tener más frutas?" preguntó Santiago con dulzura.
"¡Claro! Pero sólo si recogés tus juguetes primero," le dijo Geovany, sonriendo.
"¡Sí! Lo prometo, papá!"
A partir de esa tarde, Geovany y Diana Carolina aprendieron a ser más responsables y cuidadores, comenzando por ellos mismos y su hijo. Salieron al parque cada semana, siempre recordando llevar todo lo necesario. Y luego de algunos picnics muy divertidos, se convirtieron en unos papás excelentes.
Y así, el pequeño Santiago siguió creciendo, aprendiendo y jugando con sus papás, quienes desde ese momento nunca olvidaron que la aventura más grande era ser responsables con el amor.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.