El Gran Aventura de Tobi



Había una vez en un pintoresco barrio de Buenos Aires, un perrito llamado Tobi. Tobi era un pequeño mestizo de pelaje marrón y una gran energía que lo hacía muy especial. Su dueño, Juanito, lo adoraba y siempre le decía:

"Tobi, sos el mejor compañero que un niño podría tener."

Un día soleado, mientras Juanito estaba en su casa, Tobi se encontraba en el jardín, mirando cómo las mariposas revoloteaban por ahí. La curiosidad de Tobi no tenía límites y, con su impaciencia habitual, decidió que quería perseguirlas. Así que, sin pensarlo dos veces, se escapó por un pequeño agujero en la cerca del jardín.

"¡Mira, un butterfly! ¡Voy por vos!" - ladró Tobi emocionado, mientras corría tras la mariposa.

Sin darse cuenta, Tobi se aventuró más y más lejos de casa. El barrio era nuevo para él, pero eso no lo detenía. Pero, pronto, se dio cuenta de que no reconocía los lugares por los que había pasado.

"Aaaaah, ¿dónde estoy?" - pensó, mirando a su alrededor con un poco de miedo.

Tobi decidió que tenía que volver a casa. Comenzó a caminar, pero cada vez que intentaba encontrar el camino, se perdía aún más. Así fue como conoció a varios personajes en su aventura.

Primero, se encontró con un gato gris llamado Gato

"¡Hola, perro! ¿Buscas algo?" - preguntó Gato, estirándose en la sombra.

"Sí, estoy buscando mi casa. ¡Me perdí!" - respondió Tobi, con ojos grandes y tristes.

"Sigue el olor de la comida. Los humanos suelen cocinar todos los días y el aroma puede guiarte. ¡Cuidado con los autos!" - le recomendó Gato mientras se estiraba.

Tobi, agradecido, decidió seguir el consejo y comenzó a caminar olfateando. El aroma de unos ricos bifes asados lo llevó a un parque, donde se encontró con un grupo de patos.

"¡Hola, Tobi! ¿Qué te trae por aquí?" - graznó uno de los patos.

"Me perdí. Busco mi casa y un riquísimo plato de comida. ¿Me pueden ayudar?" - preguntó Tobi.

"Podemos acompañarte hasta la orilla del río. Desde ahí, se ve el barrio desde lejos, y quizás puedas encontrar tu casa desde allí. ¡Vamos!" - dijeron los patos, nadando en fila.

Tobi siguió a los patos a la orilla del río, donde los árboles le daban sombra. Desde allí, miró a su alrededor y, aunque no lo veía todo, le pareció notar algo familiar.

"¡Ah! ¡Ese es el árbol del parque donde juego con Juanito!" - exclamó Tobi, emocionado.

Pero antes de que pudiera ir más lejos, un fuerte viento comenzó a soplar y hizo volar una pelota que fue a caer a unos metros.

"¡Ay no!" - ladró Tobi, echándose a correr en dirección a la pelota.

Mientras corría, se dio cuenta de que estaba siguiendo el camino hacia casa. La emoción lo inundó y dejó de pensar en sus miedos.

Finalmente, después de correr y correr, Tobi llegó a la cerca que había dejado atrás. La emoción lo invadió.

"¡Juanito! ¡Estoy de vuelta!" - ladró emocionado.

Juanito, al escuchar la conocida voz, salió corriendo al jardín.

"¡Tobi! ¡Estaba tan preocupado!" - exclamó Juanito, agachándose a abrazar a su amigo.

Tobi saltó a los brazos de Juanito lleno de alegría.

"Aprendí una gran lección hoy, Juanito. Nunca debo alejarme de casa sin avisar. ¡No vale la pena!" - dijo Tobi, moviendo su cola con fuerza.

Desde ese día, Tobi jamás se volvió a alejar sin que Juanito lo acompañara. Y aunque su impaciencia era parte de su personalidad, aprendió a disfrutar de su entorno sin perder de vista a su mejor amigo.

Y así, tanto Tobi como Juanito vivieron muchas aventuras juntos, pero siempre, siempre, cuidados de no perderse de vista.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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