El Gran Aventura de Tomi y el Baño Mágico



Érase una vez un niño llamado Tomi que vivía en un barrio lleno de juegos y aventuras. Tomi era muy feliz, pero había un pequeño problema: siempre que necesitaba ir al baño, nunca llegaba a tiempo. Un día, justo después de comer su suculento almuerzo de sandía y su jugo de frutas, llegó la hora de jugar en el parque.

"¡Vamos, Tomi! ¡Es hora de salir a jugar!" dijo su amiga Lila, mientras movía su muñeca favorita.

Tomi, sin pensarlo dos veces, se lanzó a la aventura, dejando de lado el llamado de su pequeño estómago.

Mientras corría y saltaba, su mente estaba llena de diversión, y olvidó completamente que estaba apretando un poquito.

"¡Mirá, Tomi! ¡He encontrado una pelota gigante!" exclamó Lila. Pero en medio del juego, Tomi sintió que no podía aguantar más.

"Lila... creo que necesito ir al baño..." dijo Tomi con nervios.

"¿Para qué? Vamos a divertirnos. ¡Tenés que dejar de pensar en eso!" respondió Lila, mientras pateaba la pelota.

A pesar de que Tomi quiso seguir jugando, no pudo evitar que la necesidad lo abrumara. En un segundo, se dio cuenta de que ¡se había hecho pis y caca encima! La risa de Lila se detuvo y sus ojos se abrieron de asombro.

"¡Oh, Tomi! ¡¿Qué hiciste? !"

Avergonzado, Tomi no sabía qué hacer. Pero Lila, viéndose en la situación, decidió ayudarlo.

"No te preocupes, Tomi. A todos nos pasa. Vamos a casa y todo va a estar bien."

Mientras caminaban, Tomi pensaba en lo mucho que le gustaban la sandía y el jugo, y también cómo deseaba aprender a ir al baño a tiempo. Sin embargo, había algo en su cabeza que le decía que el juego siempre era más importante.

Al llegar a casa, la mamá de Tomi estaba lista con una sonrisa y un dulce de sandía.

"Hola, campeón. ¿Cómo fue tu día?" preguntó su mamá.

"¡No muy bien!" dijo Tomi, con la cabeza gacha. "Me hice pis y caca encima."

La mamá lo abrazó con cariño.

"Eso le puede pasar a cualquiera, amor. Pero hay algo que necesitas aprender, y es escuchar a tu cuerpo. Siempre que tengas ganas, debes decirlo y correr al baño."

Tomi asintió mientras mordía un trozo de sandía.

"Prometo que la próxima vez iré al baño antes de salir a jugar. Pero... ¿puedo seguir tomando jugo de frutas y comiendo sandía todos los días?"

"¡Por supuesto! Todo en moderación. Ahora, ¿qué te parece si hacemos un trato? Cada vez que llegues a tiempo al baño, me lo harás saber, y te prometo sorprenderte con una deliciosa rebanada de sandía o un jugo especial."

Tomi sonrió, y así comenzó su nueva aventura: un nuevo camino para aprender a escuchar su cuerpo. Cada día, Tomi se esforzaba en llegar a tiempo al baño. Algunas veces lo hacía y otras veces no, pero lo importante es que siempre se lo decía a su mamá.

Un día, Lila lo invitó a una fiesta en su casa, y la alegría recorrió a Tomi.

"Es una gran oportunidad para mostrar que puedo ir al baño a tiempo." Se prometió a sí mismo. Cuando llegó la hora y sintió esa pequeña presión en su pancita, dijo:

"¡Lila! ¡Tengo que ir al baño!"

Lila lo miró sorprendida.

"¡Genial, Tomi! Vamos juntos!"

Tomi corrió al baño y llegó justo a tiempo. Su sonrisa brilló de felicidad.

Cuando volvieron, Tomi le dijo a su mamá, llena de orgullo.

"¡Mami! ¡Fui al baño a tiempo!"

Su mamá lo abrazó emocionada.

"Muy bien, Tomi. ¡Ahora es momento de celebrar con algo especial!"

Y así, Tomi aprendió que siempre se puede disfrutar el juego y también cuidar de uno mismo. Días después, mientras disfrutaba de su jugo de frutas y un trozo de sandía, sonrió satisfecho.

"Nunca dejaré de jugar, pero ahora sé escuchar a mi cuerpo. ¡Voy a ser el mejor en llegar al baño a tiempo!"

Y así fue como Tomi, con cada jugo y cada rebanada de sandía, aprendió la importancia de cuidar de sí mismo.

Desde ese día, Tomi se volvió un experto en ir al baño a tiempo, y seguir disfrutando de su jugo y su querida sandía, sabiendo que la diversión está en el equilibrio.

FIN.

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