El Gran Aventura del Morro Lalo



En un pequeño canton, donde el sol siempre brilla y los días son largos, vivían un grupo de amigos: Lalo, un morro travieso; Macos, un chamaco con grandes sueños; Marta, la inteligente del grupo; Carlos, el divertido; Miriam, la soñadora; y Lupe, la jefa que siempre tenía todo bajo control.

Una tarde, mientras jugaban en el parque, Lalo se acercó a sus amigos y dijo:

"¡Oiga, compa! ¡Se me ha ocurrido un plan increíble! ¿Qué les parece si buscamos un tesoro?"

"¿Un tesoro? ¡Andale, eso suena genial!" exclamó Macos, con brillo en los ojos.

"Pero necesitamos un mapa, o algo que nos guíe," agregó Marta, pensativa.

"¡Yo tengo una idea! En la casa de la señora Lupe, en el barrio, hay un libro viejo que seguro tiene pistas de tesoros de la historia del canton," sugirió Carlos.

Lupe, que estaba cerca escuchando, apareció de repente:

"¿Y qué están planeando, morrillas?" preguntó con una sonrisa.

"Estamos en búsqueda de un tesoro, ¡y pensamos que su libro nos puede ayudar!" respondió Lalo, emocionado.

"Ora, suena divertido. Pero tengan cuidado, no todo lo que brilla es oro," les advirtió Lupe.

"¡Claro que sí!" dijeron al unísono.

Los amigos fueron a casa de Lupe y buscaron en la estantería. Encontraron un libro polvoriento lleno de historias del canton, y al pasar páginas, encontraron un mapa que prometía llevarlos a un tesoro escondido desde hace años.

"¡La neta, miren esto!" dijo Macos señalando un lugar en el mapa.

"Es el viejo árbol del parque, ¡donde siempre jugamos!" dijo Miriam.

"Entonces, ¡ahí vamos!" exclamó Lalo, saltando de alegría.

Todos juntos se dirigieron al parque. Cuando llegaron al árbol, comenzaron a buscar.

"Jálate, no me hagas cavar solo," bromeó Carlos mientras hacía un hoyo con un palito.

De repente, Marta gritó:

"¡Oigan! ¡Encontré algo!"

Cuando todos se acercaron, vieron que estaba sacando una caja de madera. Con mucha emoción, la abrieron, y adentro encontraron antiguas monedas y cartas que hablaban sobre aventuras de otros chicos de su canton.

"Esto es increíble," dijo Miriam.

"Sí, y no solo por las monedas, sino por las historias que hay aquí. ¡Son como un tesoro!" agregó Macos.

"Lo mejor de este tesoro es que podemos compartirlo con todos en el canton," propuso Lalo.

Los chicos decidieron organizar una tarde de historias para compartir las cartas con otros niños y contarles sobre sus propias aventuras en el parque.

"¡Andale! ¡Hagamos una fiesta!" dijo Carlos.

Y así fue como, gracias al tesoro del morro Lalo, todos los niños del canton se reunieron para escuchar historias, jugar y aprender sobre la importancia de la amistad y el trabajo en equipo. Al final del día, Lalo miró a sus amigos y dijo:

"La neta, lo mejor no fue el tesoro, sino la diversión que tuvimos juntos."

Y así, el gran morro Lalo y sus amigos aprendieron que los verdaderos tesoros son las experiencias que compartimos y las amistades que forjamos a lo largo del camino.

FIN.

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