El Gran Aventura del Ratón Miedoso
Érase una vez un pequeño ratoncito llamado Rato, que vivía en una agujero en una casa acogedora. Rato era un ratón muy miedoso, le temía a todo: a la sombra de un gato, al crujido de una rama, e incluso a su propia cola cuando se movía. A pesar de su miedo, había algo que lo mantenía en alerta: ¡el hambre!
Un día, mientras asomaba su naricita por la entrada de su agujero, vio algo que lo hizo sentir un pálpito en su pancita: era un delicioso trozo de pan que había caído al suelo del jardín. Su mirada se iluminó, pero al mismo tiempo, su corazón empezó a latir más rápido.
"¡Ay, qué rico!", pensó Rato, pero enseguida un escalofrío le recorrió la espalda. "- Pero... y si viene el gato? ¿Y si hay un pájaro hambriento?"
Sin embargo, la hambre que sentía era tan intensa que, con un suspiro profundo, decidió hacer algo atrevido.
"¡No puedo quedarme aquí!", se dijo a sí mismo. "¡Tengo que ser valiente!"
Así que, con un último vistazo sobre su hombro, salió corriendo hacia el jardín. El sol brillaba y el aire fresco lo empujaba hacia adelante. Pero a medida que se acercaba al trozo de pan, notó que un gato gordon y perezoso estaba tomando el sol al lado. Rato se congeló en su lugar, sus patas temblaban y su corazoncito palpitaba aceleradamente.
"¡Ay no!", exclamó en voz baja. "¿Cómo voy a conseguir el pan sin que el gato me vea?"
De repente, recordó a su amiga, la ardilla Sara, que siempre le decía que lo más importante era tener un plan. Así que se agachó detrás de un arbusto y empezó a pensar.
"Si yo fuera una ardilla astuta, ¿qué haría?", murmuró. Entonces tuvo una idea brillante. Podía usar el camino de los helechos para distraer al gato.
"¡Sí! Eso haré!" dijo, cada vez más emocionado. Así que se movió rápidamente hacia el lugar más lejano del jardín, donde había un montón de helechos. Con todo su valor, Rato espolvoreó un puñado de hojas secas para hacer ruido.
"¡Miau!" dijo el gato, al levantarse, intrigado.
"¡Eso funcionó!", pensó Rato. Con el gato distraído, corrió hacia el trozo de pan con todas sus fuerzas. Justo cuando estaba a punto de alcanzarlo, escuchó un rugido que llegó desde atrás.
"¡Es un pájaro!", chilló Rato al darse cuenta de que no solo el gato era un peligro. Mirando hacia atrás, vio a un pájaro grande acercándose. Ya no podía detenerse, así que tomó una decisión rápida.
"¡A cubrirse!", se dijo, y se escabulló detrás de una maceta.
El pájaro llegó volando, miró hacia el pan y en vez de cazarlo, se posó junto a Rato y le preguntó:
"¿Qué haces aquí, pequeño ratón?"
"Solo estoy tratando de conseguir ese pedazo de pan", contestó Rato, un poco temeroso.
El pájaro sonrió y, sorprendido por la valentía del ratón, le dijo: "- ¡No tengas miedo, no tengo hambre de ratones!
En cambio, si me ayudas a encontrar unas semillas que me gustan, te puedo ayudar a llevar el pan hasta tu casa. Puede que el gato vuelva pronto, te traeré algo más rico. "- Usando el poder de la cooperación, juntos se pusieron a buscar semillas mientras el gato se daba la vuelta y olvidaba el pan definitivamente.
Después de un corto rato, Rato y el pájaro habían recolectado muchas semillas y ya era el momento de volver, el pájaro tomó el pan y voló mientras Rato corría debajo. Finalmente regresaron al agujero de Rato, ¡y qué gran festín celebraron!
Rato se sintió más fuerte y valiente que nunca.
"- ¡Hasta los peligros pueden solucionarse con astucia y un buen amigo!", exclamó mientras compartía el pan con su nuevo amigo. Desde ese día, Rato nunca volvió a ser tan miedoso. Aprendió que, al trabajar como equipo, se pueden enfrentar grandes desafíos.
Y así, el ratoncito siguió viviendo aventuras y disfrutando de la vida, siempre listo para buscar más trozos de pan, y siempre acompañado por sus amigos, sabiendo que la valentía no significa no tener miedo, sino enfrentarlo con creatividad y compañía.
FIN.