El Gran Baile de la Cumbia Colombiana
En un pequeño pueblo argentino llamado Cumbiatierra, la música siempre llenaba el aire. Cada sábado, los habitantes se reunían en la plaza principal para disfrutar de una gran fiesta, donde el ritmo de la cumbia colombiana hacía vibrar los corazones de todos. Pero este año, el gran baile se venía con una sorpresa: un concurso de pasos de baile desimulado.
Una chica llamada Sofía estaba emocionada. "¡Este es mi momento!", exclamó, con una sonrisa radiante. Sofía siempre había amado bailar, pero había un pequeño problema: nunca había aprendido los pasos correctos. Cada vez que intentaba seguir los movimientos, terminaba dando giros acrobáticos y saltos inesperados. Pero su espíritu era indomable, así que decidió inscribirse en el concurso.
Un día, mientras practicaba en su habitación, su vecino, un chico llamado Tomás, la vio. "¿Qué estás haciendo, Sofía?" - preguntó, sonriendo.
"Estoy practicando para el gran concurso de cumbia, pero no me salen los pasos. ¡Mira!" - dijo ella, comenzando a girar y trotar en un intento de seguir el ritmo.
Tomás rió y dijo: "¡Eso fue increíble! Pero creo que necesitas un poco de guía. Yo sé algunos pasos de cumbia. ¿Te gustaría que te enseñe?"
Sofía se iluminó y aceptó la oferta. Juntos comenzaron a practicar. Tomás le mostraba pasos básicos y Sofía, con su energía, comenzaba a inventar movimientos nuevos. ¡Era como si la cumbia estuviera ¡viva!
Con los días pasando, Sofía y Tomás se volvieron inseparables. Bailaban en la plaza, bajo el sol y la luna llena. La plaza se llenaba de risas y aplausos cuando todos los que pasaban los veían practicar. Pero un día, un grupo de chicos más grandes se acercó y comenzó a burlarse de Sofía y Tomás. "¿Qué están haciendo? ¡Eso no es cumbia!" - dijo uno de ellos, riéndose.
Sofía se sintió desanimada, pero Tomás, que siempre había sido valiente, reaccionó. "¡Aguanten! La cumbia no es solo seguir pasos. Es expresar lo que uno siente. ¡Y nosotros estamos disfrutando!"
Los chicos se quedaron en silencio, un poco avergonzados. Al ver la pasión de los dos amigos, comenzaron a aplaudir. "¡Está bien! Entonces demuéstrenlo en el concurso el sábado. ¡Nosotros estaremos allí para verlos!"
El día del concurso llegó y la plaza estaba llena de gente. Sofía y Tomás se pusieron nerviosos, pero decidieron que, pase lo que pase, lo más importante era divertirse. Cuando llegó su turno, se miraron y sonrieron.
La música comenzó a sonar y, en lugar de seguir los pasos tradicionales, Sofía y Tomás empezaron a mezclar los movimientos que habían practicado con los giros inventados de Sofía. Los espectadores comenzaron a aplaudir y a animar.
"¡Vamos, Sofía! ¡Esto es lo que se llama cumbia!" - gritó Tomás.
El ritmo los envolvió y, mientras danzaban, se dieron cuenta de que estaban creando un espectáculo único. Mientras se movían, se olvidaron de la competencia y se concentraron en disfrutar el momento.
Cuando terminaron, la plaza estalló en vítores. La gente aplaudía y sonreía. Un jurado se acercó a ellos con una sonrisa amplia. "Fue un baile espectacular. No importó si siguieron los pasos de cumbia o no. Lo que importa es que se divirtieron y contagiaron esa alegría al público."
Sofía y Tomás se miraron con felicidad, ¡habían ganado el primer premio y, sobre todo, habían hecho que todos en Cumbiatierra amaran aún más la cumbia! De esa forma, el gran baile del pueblo se convertiría en un recuerdo inolvidable.
Desde entonces, la plaza de Cumbiatierra se llenó de cumbia una vez por semana, y todos pudieron inventar sus propios pasos. Sofía y Tomás descubrieron que la música, más que una serie de movimientos, era un espacio para la libertad y la creatividad.
Y así, cada sábado, la plaza cobraba vida con sus bailes desimulado, demostrando que lo más importante en la vida es ser uno mismo y divertirse con lo que se ama. Al final, el baile y la cumbia, además de unir al pueblo, habían enseñado a todos que la alegría se encuentra en la expresión auténtica de uno mismo.
FIN.