El gran baile de Martín



Era un día soleado en la escuela primaria 'La Alegría', y los estudiantes estaban muy emocionados porque se acercaba el acto de bailes del fin de año. Martín, un chico muy curioso y un poco tímido, estaba ansioso por participar, pero le daba miedo bailar frente a tanta gente.

Martín se sentó en un rincón del patio mientras sus compañeros ensayaban diferentes coreografías. Vio cómo su amiga Lola practicaba con elegancia.

"¡Mirá cómo baila Lola! Es impresionante", pensó Martín mientras ocultaba su cara entre las manos.

Un día, mientras caminaba por el pasillo, se encontró con su profesor de educación física, el señor Ramírez.

"Martín, ¿por qué no te veo ensayando para el baile?", le preguntó el profesor.

"No sé, profe. Me da miedo. No soy tan bueno como los demás", respondió Martín mirando al suelo.

"Todos somos únicos y tenemos algo especial. ¿Por qué no te unes a un grupo y practicas?", sugirió el señor Ramírez con una sonrisa.

Esa noche, mientras Martín hacía sus tareas, pensó en las palabras del profesor. Decidió que podría intentarlo y se apuntó al grupo de baile de la escuela.

Al día siguiente, conoció a sus nuevos compañeros: Valentina, una chica siempre llena de energía, y Marco, un chico que solía hacer piruetas sorprendentes.

"Hola, Martín. ¡Esta será una gran aventura!", exclamó Valentina, dándole un fuerte apretón de manos.

"Sí, espero poder seguirles el ritmo", rió Martín nervioso.

A medida que pasaban los días, el grupo comenzó a ensayar. Primero aprendieron los pasos básicos, y Martín se esforzó mucho para no quedarse atrás. Sin embargo, después de varias semanas, un día, Martín tropezó y cayó al suelo durante una práctica. Todos se rieron por un instante, incluida Valentina.

"¡Ey! No te preocupes, ¡eso solo fue un tropiezo!", dijo Valentina mientras lo ayudaba a levantarse.

"Sí, pero tengo miedo de hacer el ridículo en el escenario", confesó Martín, sintiendo que las lágrimas se asomaban a sus ojos.

"A mí me ha pasado algo parecido. Pero creo que lo mejor es reírnos de nosotros mismos y disfrutar", sugirió Valentina.

Esa noche, Martín se encontró pensando si debía dejar de bailar y volver a ser un espectador. Justo en ese momento, su mamá entró a su habitación.

"¿Qué te pasa, hijo? Te veo preocupado", le dijo mientras se sentaba a su lado.

"Mamá, tengo miedo de bailar. No quiero que se rían de mí", respondió Martín, haciéndose un ovillo en la cama.

"Pero, querido, bailar es para disfrutar. Y recuerda, todos pueden caer, lo importante es levantarse. Además, tal vez tu baile inspire a otros", le dijo su mamá.

Al día siguiente y con un nuevo brillo en sus ojos, Martín decidió volver al ensayo. Practicaron durante semanas, y aunque cometía errores, empezó a mejorar. Sus compañeros lo animaban cada vez que un paso le salía mal. Una tarde, mientras ensayaban, el director de la escuela apareció.

"Chicos, solo quiero decirles que ya están listos para el acto del sábado. Recuerden, lo más importante es divertirse y disfrutar su actuación", les dijo el director con una sonrisa.

El sábado llegó. El gimnasio estaba lleno de padres, amigos y familiares. Todos aplaudían emocionados. Martín, nervioso, sintió cómo su corazón latía fuertemente.

"¿Listos, chicos?", preguntó Valentina, mirando a todos.

"¡Sí!", gritaron.

"¡Vamos a darlo todo!", exclamó Marco.

Salieron al escenario y, por unos segundos, Martín sintió que parpadeaba. Enfocó su mirada en la multitud y recordó lo que su mamá le había dicho sobre disfrutar. Se dejó llevar por la música y comenzó a bailar.

Con cada paso, su confianza creció. Se miró alrededor y vio a sus amigos también sonriendo y disfrutando. Al final, cuando terminaron la coreografía, todos aplaudieron, y Martín sintió una alegría profunda.

"¡Lo hicimos!", gritó Valentina abrazando a sus compañeros.

"Sí, fue increíble", dijo Martín, sintiéndose lleno de felicidad.

Desde ese día, Martín nunca volvió a tener miedo de bailar. Entendió que lo importante no era ser el mejor, sino disfrutar de lo que le gustaba y compartirlo con sus amigos. Y así, en la escuela 'La Alegría', no solo se bailaba, sino que se celebraba la amistad, la diversión y la valentía de ser uno mismo.

FIN.

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