El Gran Baile de Primer Año



En un pequeño colegio de Buenos Aires, los niños de primer año estaban emocionados porque se acercaba el momento más esperado: el baile de fin de curso. La señorita Marta, su maestra, había preparado una reunión especial para organizar todo.

- “¡Chicos! Este año el baile será bajo el tema de los colores. Cada uno podrá elegir su color favorito para el disfraz”, dijo la señorita Marta mientras dibujaba un arcoíris en la pizarra.

Los niños se miraron y comenzaron a soñar en voz alta:

- “Yo quiero ir disfrazado de azul como el cielo.” - dijo Juan, levantando la mano.

- “¡Yo de rosa como una flor! ” - gritó Valentina, con una gran sonrisa.

- “¡Yo elijo el verde de los árboles! ” - agregó Tomás, entusiasmado.

Sin embargo, entre risas y juegos, también había un grupo de niños que no sabían qué color elegir. Lily, una niña tímida, no se atrevía a decirlo. Ella tenía miedo de que nadie quisiera bailar con ella.

- “Señorita Marta, ¿y si nadie quiere bailarme? Tal vez mi color no sea bonito”, murmuró Lily, mirando al suelo.

La maestra acercó a Lily y le sonrió.

- “Pero Lily, cada color tiene su propio brillo. No se trata solo del color que elijas, sino de cómo te sientas con él. Tienes que mostrar tu luz única.”

Con esas palabras, todos los niños empezaron a hablar sobre lo que significaban sus colores:

- “El azul me hace sentir libre, como volar en el cielo”, dijo Juan.

- “El rosa me recuerda a mis dulces favoritos”, agregó Valentina.

- “Y el verde es la vida del bosque”, añadió Tomás.

Lily sintió que las palabras de sus compañeros le daban valor y se animó a compartir sus pensamientos.

- “Yo pienso que el amarillo es muy lindo. Como el sol que brilla en la mañana. Pero... no sé cómo hacer mi disfraz”, confesó.

- “¡Podemos ayudarte! ” - dijeron todos al unísono. - “Haremos un equipo y así todos colaboramos.”

Así fue como comenzaron a organizarse. Cada uno traería algo de su casa: telas, cintas, y hasta algunos accesorios. Juntos, se armaron un gran taller en el aula. Todas las tardes, después de clases, se quedaban para trabajar en sus disfraces.

Una tarde, mientras todos cosían y pegaban, Valentina se dio cuenta de que el vestido de Lily empezaba a tomar forma, pero le faltaba algo especial.

- “Lily, ¿quieres que le pongamos algo que brille? ¡Como el sol! ”

Lily sonrió; le gustó la idea. Todos buscaron piedras brillantes y las pegaron a su disfraz. Cuando terminaron, parecía que el sol había cobrado vida.

- “¡Estamos listos para el baile! ” - exclamó Tomás con entusiasmo, mirando los disfraces colgados.

Finalmente, llegó el día del baile. Los padres estaban invitados y la sala estaba llena de globos y una gran pista de baile. Al ver a sus niños disfrazados, los padres aplaudieron emocionados. Cada uno brillaba con su color.

Lily, que al principio tenía miedo y dudas, danzó con la confianza que nunca había imaginado. Cuando el DJ puso su canción favorita, ella sonrió y comenzó a moverse. Juan, Valentina y Tomás la acompañaron a su lado.

- “¡Bailá, Lily! ¡Sos el sol! ” - gritó Juan, animándola.

La pista de baile se llenó con risas y alegría, y en ese momento, Lily se dio cuenta de que su color, el amarillo, no solo era hermoso, sino que le hacía sentir parte de un grupo especial. Juntos brillaron como un arcoíris.

Al final de la noche, la señorita Marta les entregó a todos un diploma que decía: "Maestro del Color".

- “Recuerden siempre que hay un brillo único en cada uno de ustedes. ¡Felicidades por este gran baile! ”

Los niños se abrazaban felices, sabiendo que no solo habían creado disfraces, sino una amistad que brillaría para siempre.

FIN.

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