El gran banquete de la familia



Era un soleado sábado en la casa de la familia Martínez. El pequeño Martín había planeado un gran día con su hermana Ana, su mamá Cata, su papá Juan y su querido perro, Max. Esa mañana, mientras el sol brillaba en el cielo, Martín tenía una idea brillante.

"¡Mamá, vamos a hacer una fiesta de comida!" - exclamó Martín entusiasmado.

"¿Una fiesta de comida?" - preguntó Cata, con una sonrisa en el rostro. "Me encanta la idea, pero ¿qué vamos a cocinar?"

Martín miró a su hermana Ana, quien estaba jugando con Max, y juntos idearon un plan.

"¡Hagamos una gran pizza!" - dijo Ana.

"¡Sí! Y además podemos preparar ensaladas y postres" - añadió Martín.

El papá Juan apareció justo en ese momento con una bolsa de ingredientes.

"¿Qué planes tienen mis pequeños chefs?" - preguntó con una sonrisa.

"Vamos a cocinar una gran pizza y muchas cosas ricas, papá" - respondió Ana.

"Perfecto, yo traigo la masa de la pizzería y ustedes se encargan de los ingredientes" - dijo Juan, lleno de energía.

Así que se pusieron manos a la obra. Cada uno tomó una tarea. Ana se encargó de los tomates y el queso, Martín picó los pimientos y Max, el perro, estaba ansioso por ver qué pasaba.

"¡Mirá Max! Este es el queso, ¡lo que más te gusta!" - le dijo Martín, mostrando el queso que había comprado.

El día avanzaba y la cocina comenzó a llenarse de delicioso olor. Mientras tanto, Martín y Ana formaron varias bolas de masa, y Max no podía dejar de mover la cola, esperando que algo cayera al suelo.

"Max, no te preocupes, tendrás tu parte después" - le prometió Ana.

De repente, con todo el bullicio, Juan tuvo una idea.

"¿Qué les parece si hacemos un concurso de quién decora mejor su pizza?" - sugirió Juan.

"¡Me encanta!" - gritaron Martín y Ana al unísono.

Y así, comenzaron el concurso. Martín decoró su pizza con mucho cuidado, pero Ana, que tenía un talento especial, creó una pizza que parecía un arte.

"¡Mirá la mía, es un sol!" - se ríe Ana, señalando su obra maestra.

"¡Es increíble! ¡Pero la mía es la más rica!" - dijo Martín, riéndose.

Finalmente, llamaron a su mamá para el veredicto. Cata se acercó y miró ambas pizzas detenidamente.

"¡Esto es difícil! Están las dos increíbles. Pero, ¡bueno, los dos son ganadores!" - dijo Cata, divirtiéndose.

Mientras las pizzas estaban en el horno, comenzaron a jugar con Max, lanzándole una pelota por la casa. Saltaban y corrían, llenando el ambiente de risas.

"Max es el mejor compañero de juegos" - dijo Martín, mientras le lanzaba la pelota.

Pero en un momento de emoción, el perro saltó y, ¡zas! golpeó la mesa con su pata, tirando al suelo una de las pizzas. Todos se quedaron en shock por un instante.

"¡Oh no!" - exclamó Martín mientras su pizza se estrellaba contra el suelo.

"Pero... ¡Max no lo hizo a propósito!" - defendió Ana rápidamente, viendo que Max se veía angustiado.

"Es verdad, se emocionó un poco" - respondió Cata, tratando de calmar la situación. "Aprendamos de esto: hay que tener cuidado y hacer el espacio seguro para jugar."

Aprovechando la situación, Juan tuvo otra idea.

"¿Y si hacemos una nueva pizza, pero Max puede ayudar?" - los miró con complicidad.

"¿Max ayudar? ¿Cómo?" - preguntó Martín, divertido.

"Vamos a hacerle su pizza de perro. Con cosas que le gustan como pollo y zanahoria." - dijo Juan, metiendo su mano en la bolsa de ingredientes.

Todos se rieron y aceptaron la idea. Así, organizaron una pizza especial para Max. Cada uno se encargó de agregar los ingredientes que al perro más le gustaban. Max movía su cola emocionado y lamía una y otra vez mientras toda la familia se reía.

Finalmente, las pizzas estuvieron listas y la mesa se llenó de sonrisas y buena comida. Max, por supuesto, disfrutó su propia creación, y todos brindaron por lo divertido que fue trabajar juntos, incluso cuando las cosas no salieron según lo planeado.

"¡Por los momentos compartidos!" - levantó su vaso Juan, mientras todos reían y coreaban.

Al inlcuir a Max en la cocina, la familia había aprendido algo valioso: la diversión también llega con los imprevistos, y hay que saber adaptarse y transformar los errores en momentos felices.

Y así, con una buena comida y muchas risas, la familia Martínez aprendió que lo más importante es estar juntos y disfrutar el tiempo que pasan en familia, siempre con un lugar especial para su fiel amigo Max.

FIN.

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