El Gran Banquete de la Selva



Era una tarde soleada en la selva. Los árboles parecían bailar con la brisa y los animalitos cantaban felices. Sin embargo, dos animales se encontraban en una situación muy complicada: el león, llamado Leoncio, y el elefante, llamado Elefo.

Leoncio, el rey de la selva, estaba muy preocupado porque no había conseguido atrapar nada para comer.

"Estoy hambriento, no puedo seguir así!" - rugió Leoncio, mirando a su alrededor.

Por su parte, Elefo, el más grande de todos los habitantes de la selva, también sentía el estómago vacío.

"No sé qué ha pasado, pero la comida escasea y estoy muriéndome de hambre!" - exclamó Elefo, rascándose la cabeza con su trompa.

Los animales de la selva, al ver a Leoncio y a Elefo tan preocupados, comenzaron a murmurar.

"¡Eso no puede ser!" - dijo la cebra. "El rey de la selva y el gigante de la selva sin comida, ¡qué triste noticia!"

"Tal vez deberíamos hacer algo, los dos son importantes para la selva" - sugirió una ardilla ágil.

Después de discutir por un rato, decidieron que los dos debían hablar. Leoncio se acercó a Elefo y propuso:

"¿Qué te parece si unimos fuerzas? En vez de pelearnos por la comida, podríamos buscar juntos, quizás tengamos más suerte".

Elefo pensó por un momento y respondió:

"¡Esa es una gran idea, Leoncio! Pero tenemos que pensar en cómo buscar la comida juntos. Somos muy diferentes. Yo soy grande y tú eres rápido. ¿Cómo podemos usar nuestras habilidades?"

Leoncio sonrió al escuchar a su amigo. "Podríamos hacer un plan. Tú podrías usar tu trompa para alcanzar las frutas más altas de los árboles mientras yo busco algo que se mueva por el suelo. Juntos, seremos un gran equipo!"

"Perfecto, pero también debemos pedir ayuda a otros. La selva está llena de buenos amigos" - añadió Elefo.

Así fue como los dos decidieron hacer un gran llamado a todos los animales de la selva. Así, se reunieron una cebra, un loro, una ardilla y hasta un grupo de hormigas. Todos se prepararon para una gran búsqueda.

"¡Cada uno aportará algo!", propuso la cebra. "Yo puedo buscar entre los arbustos para encontrar algo de pasto y hojas frescas."

"¡Yo volaré alto y miraré desde arriba!", dijo el loro, extendiendo sus alas.

Y así, juntos, se pusieron en marcha. Mientras reunían frutas, hojas y hasta algunas raíces sabrosas, se reían y disfrutaban. El grupo se iba expandiendo con la participación de más animales, todos contribuyendo como podían.

Pero cuando menos lo esperaban, se dieron cuenta de que un grupo de animales había estado mirando desde lejos. Eran los buitres, y querían quedarse con toda la comida que estaban recolectando.

"¡Esos son muy egoístas!" - gritó Leoncio. "No podemos dejar que se lleven todo. No podemos pelear. ¡Debemos usar nuestra inteligencia!"

"Yo tengo una idea," dijo la ardilla. "Podemos hacer ruido y asustarlos, así se irán!"

Así que todos los animales comenzaron a hacer ruido, a gritar y a saltar. Los buitres, asustados por el bullicio, decidieron volar lejos, dejando a los animales trabajar juntos en paz.

Finalmente, después de mucho esfuerzo y colaboración, lograron recolectar comida suficiente para todos. Se organizó un gran banquete en el claro de la selva.

"¡Fue una gran idea unir fuerzas!" - dijo Elefo mientras todos comían y celebraban.

"¡Sí! Juntos somos más fuertes y podemos resolver cualquier problema!" - añadió Leoncio, feliz de ver a todos disfrutar.

Así terminaron la tarde en la selva. La lección que aprendieron fue que, aunque parecían muy diferentes, la unidad y el trabajo en equipo podían llevarlos a grandes logros. Y desde aquel día, Leoncio y Elefo se volvieron amigos inseparables, listos siempre para enfrentar cualquier desafío juntos.

FIN.

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