El Gran Banquete de la Selva
Era una hermosa mañana en el corazón de la selva. Los árboles se alzaban altos y fuertes, y un alegre elefante llamado Elio paseaba por el bosque. A su alrededor, la naturaleza vibraba llenando el aire con cantos de aves y el suave murmullo de los ríos.
Un día, mientras Elio caminaba, notó algo inusual. Su pancita empezó a sonar.
"¡Rugido de panza, otro banquete!", exclamó.
Tenía hambre, y no había ningún lugar cerca donde encontrar comida. Así que decidió buscar a sus amigos: las hormigas.
Las pequeñas hormigas eran trabajadoras y siempre sabían dónde encontrar los mejores bocados.
"¡Amigas hormigas!", llamó Elio.
Las hormigas, que estaban ocupadas transportando migajas de pan, se acercaron rápidamente. La líder de las hormigas, Antonia, levantó la vista.
"¿Qué necesitas, Elio?", preguntó.
"Tengo hambre y necesito ayuda para encontrar comida", respondió el elefante.
Antonia pensó por un momento y dijo:
"¡Claro! Pero tengo una idea, más grande que un simple almuerzo. ¿Qué te parece invitar a todos los animales del bosque a un gran banquete?"
El elefante se iluminó.
"¡Eso sería maravilloso! Pero, ¡¿dónde podremos conseguir tanta comida? !"
Las hormigas, con su gran ingenio, formaron un plan. Comenzaron a recorrer el bosque en busca de delicias y, a medida que se movían, compartían su proyecto con otros animales. El conejo Ramón, la iguana Sara y el loro Pipo también quisieron ayudar.
"¡Yo aportaré zanahorias de mi jardín!", dijo Ramón con alegría.
"¡Yo traeré frutas del gran árbol de Mango!", añadió Sara.
"Y yo, semillas y nueces por montones", concluyó Pipo.
Así, todos se pusieron manos a la obra. Pero había un problema: que el agua era escasa. La sequía había afectado el riachuelo que pasaba por la selva, y muchos animales se preocupaban al pensar en cómo podrían organizar el banquete sin agua. Entonces, Elio decidió que no podían rendirse.
"¡Podemos buscar otro lugar! Quizás el lago dorado pueda tener lo que necesitamos", dijo con determinación.
Las hormigas estaban un poco nerviosas, pero siguieron a Elio. Caminaron y caminaron hasta encontrar el bello lago. Cuando llegaron, encontraron algo impresionante:
"¡Miren!", gritó Elio.
El lago, que parecía un espejo, estaba lleno de agua fresca y cristalina. Todos comenzaron a brincar de alegría, pero luego, notaron algo triste.
"¡Es verdad, hay agua! Pero, ¿qué haremos sin comida? ...", Se preocupó un pez del lago.
Elio tuvo una gran idea.
"Si cada uno de nosotros trae un poco, entonces podremos tener un banquete de verdad. ¡Déjenme unirme a ustedes!"
Las hormigas, el conejo, la iguana y el loro empezaron a buscar entre los árboles para recoleccionar más cosas:
"¡Yo puedo buscar algunas flores comestibles!", gritó Sara.
"¡Y yo, insectos!", dijo emocionado Pipo.
Pasaron las horas, y fue increíble ver cómo cada animal traía algo delicioso. Elio se sintió muy feliz al ver cómo todos colaboraban.
Al caer el sol, los animales del bosque se reunieron alrededor del lago. El banquete, con comida y agua, era un verdadero festín. Elio miró a su alrededor y sonrió.
"¡Gracias a todos por ayudarme! ¡Esto es el verdadero espíritu de la comunidad!"
Los animales comenzaron a comer, reír y contar historias.
"¡Esto es lo mejor que hemos hecho!", dijo Ramón, mientras disfrutaba de su zanahoria.
"¡Y lo que más me gusta es que nos unimos para lograrlo!", agregó Antonia.
Después de compartir la comida, Elio se dio cuenta de que no solo habían encontrado algo para comer, sino que habían creado un vínculo fuerte y hermoso entre todos.
"Nunca olvidemos la amabilidad y la ayuda mutua. ¡Siempre hay algo que podemos hacer juntos!", concluyó Elio, contento.
Y así, el Gran Banquete de la Selva se convirtió en una tradición, donde cada año, todos los animales se reunían para recordar que juntos son más fuertes y que sus corazones se llenan compartiendo. Emprendieron un viaje hacia nuevas aventuras, siempre listos para enfrentar nuevos desafíos y ayudarse mutuamente.
FIN.