El gran banquete de la selva



En lo profundo de la selva, la vida era un vaivén de colores y sonidos. Sin embargo, ese día, los animales estaban preocupados. La comida escaseaba y, con el estómago vacío, todos se sentían un poco grises. La tortuga Lía decidió que era hora de actuar.

"¡Chicos, tenemos que reunirnos y pensar en algo!" - convocó con su voz tranquila, pero firme.

Los animales, desde el pajarito Tito hasta el elefante Emiliano, se agruparon alrededor de un gran baobab que servía como ático del sabio.

"¿Qué tal si buscamos las sobras de nuestras comidas y las juntamos para hacer un gran festín?" - sugirió el mono Lucas, que siempre tenía una idea brillante.

Todos asintieron con entusiasmo. Así que se dividieron en grupos. Lía fue con Tito y Emiliano a recoger las sobras de frutas. Lucas y sus amigos se dirigieron al río para ver si podían encontrar algo más.

Mientras tanto, en una cueva cercana, el puma Leo disfrutaba de una larga siesta. Había tenido un día muy activo persiguiendo mariposas y se había olvidado del encuentro. Al despertar, se dio cuenta de que se había perdido el gran debate sobre la cena.

"¡Ay, no! ¿Qué les pasó?" - preguntó con voz adormilada mientras se estiraba. Al escuchar los gritos de alegría de los demás animales, se apresuró a salir.

Al llegar al lugar de reunión, vio a sus amigos llenos de bocados exquisitos.

"¿Qué están cocinando?" - inquirió curioso.

"Hicimos sándwiches de sobras, ¡vení a probar!" - exclamó la tortuga.

Pero Leo no tenía sobras que ofrecer y eso lo entristeció un poco. Sin embargo, de repente recordó que había dejado unas salchichas que había conseguido de un picnic humano. Corrió de regreso a su cueva y volvió en un abrir y cerrar de ojos.

"¡Chicos, miren lo que traigo!" - dijo mientras mostraba las salchichas, y todos los animales miraron expectantes.

"¡Oh, eso es genial!" - aclamó Lía. "Podemos hacer panchos para la cena."

Juntos, los animales se pusieron manos a la obra. Mientras Lucas pelaba unas bananas y Emiliano cortaba trozos de yuca, Lía comenzaba a tostar las salchichas en una fogata que habían hecho. La selva se llenó de olores deliciosos.

Pero justo cuando estaban a punto de servir la cena, escucharon un rugido. Era un grupo de jaguares hambrientos que se acercaban.

"¡Rápido, escondanse!" - gritó Tito, volando al árbol más cercano.

Los animales se agacharon tras las hojas, temerosos. Pero Leo, el puma, tuvo una idea.

"Si hacemos un festín grandote, tal vez ellos también quieran participar. Podríamos invitar a todos los animales de la selva a compartir la comida. En lugar de pelear, ¡mejor que comamos juntos!"

Todos miraron a Leo maravillados, y decidieron seguir su plan. Demostraron que no hay necesidad de competirte por la comida, sino que todos podían disfrutarla juntos.

"¡Chicos, vengan a compartir nuestra cena!" - gritó Lía, y los jaguares, sorprendidos, se acercaron cautelosamente.

Le ofrecieron un plato lleno de panchos. Al principio, los jaguares miraron extrañados, pero al probarlo, sonrieron. Uno de ellos, el jaguar Javi, rió con los demás.

"¡Esto es increíble! Nunca pensé que compartir sería tan bueno. ¡Gracias por invitarnos!"

La cena resultó ser un gran banquete de amistad. Mientras la luna brillaba en el cielo, los animales de la selva comían juntos, riendo y hablando. La tortuga Lía levantó su copa de fruta.

"Por la amistad y la unión, y por nunca dejar que la comida sea motivo de pelea. ¡Que siempre compartamos, así todo cuesta menos!"

Y así, en la selva, el gran banquete se convirtió en un símbolo de su unidad y, desde ese día, cada vez que había un nuevo encuentro, aprovechaban para invitarlos a todos. A veces, hasta el puma Leo recordaba que aunque se había quedado dormido, siempre había espacio en la mesa para todos.

Así se aprendió que compartir nos hace más fuertes y felices. Y esa idea quedó grabada en el corazón de todos los animales, recordando que la verdadera riqueza es la amistad.

FIN.

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