El Gran Bosque de Aventura



Era un día soleado en el jardín maternal, y las profesoras Milena y Madeline se habían preparado para una jornada muy especial.

"¡Hoy vamos a explorar el Gran Bosque de Aventura!" - anunció la profesora Milena con una gran sonrisa, mientras los niños, emocionados, daban saltos de alegría.

"¡Sí, sí!" - gritó Gadiel, agitando sus brazos.

"¡Vamos a encontrar tesoros!" - agregó Mathias, con los ojos llenos de ilusión.

Los niños, que eran un grupo diverso y divertido, estaban ansiosos por partir. Primero, se pusieron sus mochilas.

"No olviden llevar algo para compartir, como galletitas o frutas" - dijo la profesora Madeline.

"Yo llevé galletitas de chocolate" - dijo Julio, con una gran sonrisa.

"Yo tengo manzanas" - mencionó Gael, mientras todos miraban con interés sus meriendas.

Al entrar al bosque, los niños no podían creer lo hermoso que era. Los árboles eran gigantes y llenos de hojas verdes, y los rayos del sol se filtraban entre las ramas.

"¡Miren!" - exclamó Grecia, señalando un grupo de mariposas de colores.

"¡Se ven como dulces voladores!" - dijo Victoria, tratando de atraparlas con sus manos.

De repente, la profesora Milena se detuvo.

"¡Esperen! Escuché un ruido raro. Vamos a investigar."

Los niños, intrigados, comenzaron a avanzar sigilosamente.

"¿Qué será?" - susurró Zoe.

Cuando llegaron a la fuente del ruido, encontraron a un pequeño conejo atrapado en una red.

"¡Pobrecito!" - dijo Emmy, con carita de tristeza.

"¿Cómo podemos ayudarlo?" - preguntó María Camila, preocupada.

Las profesoras Milena y Madeline comenzaron a pensar en una solución.

"Tal vez podamos usar nuestras mochilas para liberar al conejito" - sugirió la profesora Madeline.

"Sí, yo tengo un cuchillo de plástico para cortar la red" - dijo Valentina, mostrando su utensilio.

Así que con mucho cuidado, los niños se acercaron al conejo. Juntos, cortaron las cuerdas de la trampa y, finalmente, el conejo estuvo libre.

"¡Hurra!" - gritaron todos al unísono.

"¡Gracias, amigos!" - dijo el conejito, y los niños se rieron al imaginar que realmente podía hablar.

Continuaron por el bosque, llenos de energía y alegría. En un claro, encontraron una serie de piedras brillantes.

"¡Miren, son piedras mágicas!" - exclamó Luna, mientras recogía una.

"¡Vamos a hacer un collar de piedras!" - propuso Charlotte, entusiasmada.

Dijeron que cada uno podría hacer su propia joya. Así que se pusieron manos a la obra. Sofía eligió un color azul, Jerson uno rojo, y Nicolás decidió combinar varios colores.

"Esto es lo más divertido del mundo" - dijo Gadiel, mientras decoraban con las piedras.

"¡Nuestro bosque es mágico!" - agregó Mathias.

Pero, mientras todos estaban concentrados en sus piedras, se desató un viento fuerte.

"¡Oh, no!" - gritó Wilbianny, tratando de sostener su collar en la cabeza.

"¡Cuidado! ¡Las piedras se vuelan!" - alertó Sofía, mientras algunas de las piedras comenzaban a rodar lejos.

Los niños, en un intento de recuperar sus “piedras mágicas”, comenzaron a correr. ¡Pero en medio de la carrera descubrieron algo asombroso!"¡Es un arcoíris!" - gritó Jerson, señalando al cielo. Todos se detuvieron y miraron para arriba.

"¡Es un arcoíris de verdad!" - dijo Nicolás, maravillado.

"¡Hagamos un deseo!" - sugirió Valentina. Todos los niños cerraron los ojos y pidieron algo especial.

Cuando abrieron los ojos, la profesora Milena sonrió.

"¿Qué dijeron, chicos?" - les preguntó con curiosidad.

"¡Queremos volver a venir al bosque!" - dijeron todos al unísono.

Las profesoras se rieron y asintieron.

"¡Y así será! Este bosque es nuestro lugar especial" - respondió la profesora Madeline.

"Y siempre podemos regresar para vivir más aventuras."

Los niños regresaron al jardín maternal, felices y listos para contarle a sus familias sobre el conejito, las piedras mágicas y el arcoíris. Aquella fue una jornada llena de aprendizaje y sorpresas.

"Juntos, siempre somos más fuertes y felices" - dijo Grecia, sonriendo.

"¡Sí!" - dijeron todos, y así terminó un día que nunca olvidarían.

FIN.

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