El Gran Cambio de Curso



Era un día soleado en la escuela primaria "El Bosque Encantado". Los estudiantes de sexto grado estaban nerviosos; se acercaban las evaluaciones de fin de año y muchos de ellos estaban apunto de desaprobar. Entre ellos, dos amigos inseparables: Lucho y Sofi.

"No sé qué vamos a hacer, Lucho. En matemáticas estoy perdida", suspiró Sofi.

"Yo tampoco entiendo nada, Sofi. A veces siento que las fracciones son monstruos que me persiguen", le respondió Lucho, rascándose la cabeza con angustia.

La maestra Violeta, siempre tan atenta, escuchó su conversación.

"Chicos, no se preocupen tanto. Todos enfrentamos desafíos y lo importante es cómo los resolvemos. ¿Qué tal si tratan de estudiar juntos?" sugirió.

"Pero no sé si eso servirá...", dijo Lucho.

"Lo que importa es intentar. Tal vez podés descubrir algo nuevo según cómo lo vean juntos", respondió la maestra con una sonrisa.

Motivados por las palabras de la maestra, Lucho y Sofi decidieron reunirse en la casa de Sofi al día siguiente para estudiar. Pero no todo salió como esperaban. En su primer intento, estaban tan distraídos que terminaron jugando a ser héroes de historietas en lugar de estudiar.

"¡Mirá, Lucho! Soy la Super Sofi, capaz de volar entre los problemas matemáticos", exclamó riéndose.

"Y yo soy el Capitán Luchón, quien derrota a las fracciones con su espada mágica", bromeó.

Al ver que no estaban avanzando, Sofi tuvo una idea.

"¿Y si creamos un juego sobre matemáticas? Puede ser más divertido y así aprendemos", sugirió.

Lucho se iluminó con la idea.

"¡Eso es! Podemos hacer tarjetas con problemas matemáticos y jugar como si fuera un concurso. A medida que acertemos, ganamos puntos", propuso.

Así fue como Sofi y Lucho crearon el juego de las Matemáticas Aventura. De pronto, el estudio se volvió emocionante. Cada vez que resolvían una pregunta, hacían un gran festejo.

"¡Sí! ¡Acerté la suma!", gritó Sofi.

"Mejor dicho, ¡suma de superhéroes!", comentó Lucho, haciéndose el héroe.

Con el tiempo, empezaron a notar que comprendían cada vez más. Se reían, hacían locuras y se apoyaban mutuamente. En un giro inesperado, Lucho, quien pensaba que nunca podría entender las fracciones, tuvo un momento de revelación.

"¡Sofi, creo que lo entendí! Las fracciones son como dividir una pizza entre amigos", exclamó llenándose de emoción.

"¡Exacto! Y si compartimos las porciones justo, todos quedan felices", dijo Sofi.

El día de las evaluaciones llegó. Nerviosos, pero más preparados que nunca, Lucho y Sofi entraron al aula. Al terminar, ambos sintieron que habían hecho un esfuerzo increíble, aunque no estaban seguros de la nota que recibirían.

Una semana después, la maestra Violeta entregó las calificaciones. La tensión se podía cortar con un cuchillo mientras cada uno esperaba su turno.

"¡Sofi, mirá! ¡Saqué un diez en matemáticas!", gritó Lucho.

"¿En serio? ¡Yo también!", saltó Sofi de alegría.

"¿Ves que todo es posible si lo intentamos juntos?", sonrió Lucho, feliz de ver a su amiga triste.

"Sí, y lo más divertido fue aprender jugando", agregó Sofi.

Desde ese día, Lucho y Sofi no solo se convirtieron en mejores amigos, sino en los mejores estudiantes de la clase. Aprendieron que con perseverancia y un poco de creatividad, cualquier obstáculo puede superarse. Y así, nunca más volvieron a temer a las fracciones ni a los problemas de matemáticas.

"¡A estudiar!", gritaron juntos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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