El Gran Cambio de los Cuatro Futbolistas



Era un caluroso día de verano en el barrio de Villa Alegre. La cancha de fútbol estaba llena de risas, pero también de un aire de frustración. Eric, Nacho, Ángel y Nica, tras muchas derrotas consecutivas, se encontraban en el último lugar de la liga.

"No puedo creer que seamos los últimos", dijo Eric, mientras pateaba la pelota sin mucha ganas.

"Sí, pero no hay que rendirse. Cada partido es una nueva oportunidad", contestó Nica, tratando de alentar a sus amigos.

"¿Oportunidad? Solo lo somos para que nos anoten más goles", se quejó Ángel.

"Vamos, hay que ser positivos. Podemos mejorar", agregó Nacho.

Así fue como, a pesar de las risas y del calor, decidieron no rendirse. Se reunieron en la plaza del barrio tras el entrenamiento y comenzaron a hablar sobre cómo podrían mejorar.

"¿Y si hacemos un plan de entrenamiento?", propuso Eric.

"Podemos dividirnos los roles, yo puedo ser el arquero“, anunció Ángel emocionado.

- “Yo puedo mejorar mi defensa”, agregó Nica, mientras miraba a Nacho.

- “Voy a dar lo mejor de mí en el medio campo. Juntos podemos lograrlo”, afirmó Nacho entusiasta.

Así que los cuatro amigos, a partir de esa charla, comenzaron a practicar todos los días. ¡Cuánta energía, cuánta alegría! Los fines de semana, no solo jugaban en la cancha, sino que incorporaron una merienda saludable. Después de cada partido, discutían lo que habían aprendido. Poco a poco, cada uno comenzó a verse mejor en su rol. Después de varias semanas, algo magnífico comenzó a suceder.

Era un día de sol radiante cuando llegó el día del partido más esperado de la liga, la final. Todos sus amigos del barrio estaban allí, vitoreando por el equipo de los cuatro.

- “Hoy tenemos que darlo todo”, recordó Nica.

- “Recuerden nuestro plan, cada uno en su lugar”, añadió Nacho, con la mirada fija en el campo.

- “¡Vamos a disfrutar el juego! No importa el resultado, lo importante es jugar juntos”, sonrió Ángel.

- “¡A dar lo mejor! ”, gritó Eric, mientras los demás asentían.

El juego comenzó y pronto se dieron cuenta de que su arduo trabajo había dado frutos. Se movían como un verdadero equipo; defendían, atacaban y no se dejaban intimidar por el equipo contrario. Sin embargo, hubo un momento crítico. El equipo contrario logró un gol y el marcador se complicó.

- “No podemos rendirnos ahora”, exclamó Eric cuando el rostro de sus amigos se ensombreció.

- “Recuerden cómo hemos llegado hasta aquí. Cada paso ha sido un aprendizaje”, dijo Nica con determinación.

La segunda parte del juego comenzó. Con cada pase, con cada jugada, lograron igualar el marcador. El ambiente era eléctrico. Con el tiempo en su contra, llegó un último ataque.

- “¡Nacho, pasame la pelota! ” gritó Ángel. Ejecutó una jugada magistral y al llegar al área, pasó la pelota a Nica, quien estaba ubicada estratégicamente.

- “¡Al arco! ”, se escuchó gritar a todos. Nica, sintiendo la adrenalina, disparó y... ¡GOL!

Todos saltaron de alegría. Habían dado vuelta el partido. Al final, el árbitro pitó y el partido terminó. Ellos habían ganado la liga. La emoción era indescriptible.

- “¡Lo logramos! ”, gritó Nacho, abrazando a sus amigos.

- “Nunca tuvimos que rendirnos. ¡Estamos en la cima! ”, expresó Eric emocionado.

- “Ahora, ¡que empiece la fiesta! ”, sonrió Ángel.

- “Esto es solo el comienzo, equipo. ¡Viva el fútbol y la amistad! ”, agregó Nica, mientras todos reían y se celebraban en la cancha.

Así, los cuatro amigos aprendieron que, aunque la vida a veces se presenta difícil, la perseverancia, el trabajo en equipo y el apoyo mutuo pueden superar cualquier obstáculo. Desde aquel día, el equipo de Villa Alegre no solo ganó la liga, sino algo aún más importante: una sólida amistad construida a través de las risas, los esfuerzos y los sueños compartidos.

FIN.

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