El Gran Cambio de Mateo



Mateo era un nene de cuatro años, lleno de energía y risas. A él le encantaba jugar al fútbol, correr por el parque y pasar horas construyendo torres con bloques de colores. Pero había algo que todavía no había logrado hacer: desprenderse del pañal.

Mateo miraba a sus amigos, que ya jugaban sin pañales, y se preguntaba cuándo podría unirse a ellos. Su mamá, la señora Sofía, siempre le decía: "- Mateo, cuando estés listo, podrás usar el inodoro, ¡solo ten paciencia!" Pero Mateo no sabía si estaba realmente listo.

Un día, mientras Mateo jugaba con su amigo Lucas, se dieron cuenta de que un grupo de chicos del barrio estaba jugando un torneo de fútbol en la plaza. "Vamos a jugar, Mateo!" - dijo Lucas emocionado.

Mateo titubeó. "Pero... no puedo jugar sin pañal. Todos se darán cuenta de que todavía lo uso." - Contestó con voz baja.

Lucas, comprensivo, puso su mano en el hombro de Mateo. "No te preocupes, cada uno tiene su propio tiempo. Pero, ¿no te gustaría intentar usar el inodoro como los grandes? Como yo?"

Mateo miró a los jugadores: eran todos más grandes que él y jugaban con tanta libertad. Sintió un cosquilleo en el estómago. "Sí, me gustaría, pero tengo miedo. ¿Y si no puedo?"

"Podés hacerlo, Mateo. Vamos a practicar juntos, yo te ayudaré!" - Animó Lucas.

Esa noche, Mateo tuvo una gran charla con su mamá. "Mamá, quiero probar a dejar el pañal y usar el inodoro como Lucas. Pero estoy un poco asustado." - Dijo sinceramente.

La señora Sofía sonrió. "Eso es completamente normal, mi amor. ¿Qué tal si hacemos un plan? Primero, intentamos usar el inodoro durante el día y vemos cómo te sentís. Si te pasa un accidente, no te preocupes, ¡esto es parte del aprendizaje!"

Mateo asintió con determinación. "Sí, ¡quiero intentarlo!"

Así que al siguiente día, Mateo dejó su pañal y comenzó la aventura. Cada vez que sentía que necesitaba ir al baño, se apresuraba a decirle a su mamá, quien siempre estaba ahí para ayudarlo. "¡Bien hecho, Mateo!" - le decía cada vez que lograba usar el inodoro.

Pero un día, mientras estaban en el parque, Mateo sintió que necesitaba ir al baño. Corrió hacia su mamá, pero justo al llegar, se dio cuenta de que ya no podría llegar a tiempo. "¡Oh no!" - gritó, sintiendo que algo no iba a salir como esperaba.

La señora Sofía, que había notado su preocupación, se acercó rápidamente. "No pasa nada, Mateo. Esto le puede pasar a cualquiera. Aprender a usar el inodoro lleva tiempo. Lo más importante es que sigas intentándolo."

Mateo se sintió un poco mejor al escuchar a su mamá. "Gracias, mamá. Quiero seguir intentándolo, no me voy a rendir."

Y así, Mateo continuó practicando. A medida que pasaban los días, tenía más éxitos que accidentes. Cada vez que lograba usar el inodoro, su familia lo celebraba. "¡Sos un campeón!" - le decía su papá, y su abuela incluso le había traído una pegatina de superhéroe como premio.

Finalmente, después de unas semanas, Mateo logró usar el inodoro todo el día sin ningún accidente. Una tarde, cuando regresó del parque con Lucas, su mamá le dijo: "Mateo, creo que hoy es un día especial. ¿Te gustaría jugar a tu primer partido de fútbol sin pañales?"

Mateo sonrió de oreja a oreja. "¡Sí, me encantaría!"

Al llegar al campo de fútbol, Mateo se sintió emocionado y un poco nervioso. Pero cuando el partido comenzó, se olvidó de todo lo demás. Corrió, pateó la pelota y hizo amigos.

Cuando el partido terminó y todos lo felicitaron, Mateo sintió que había logrado algo maravilloso. "¡Lo logré!" - gritó lleno de alegría.

Lucas se le acercó y le dio una palmada en la espalda. "¡Sos un fenómeno, Mateo!"

Esa noche, cuando Mateo se metió en la cama, le dijo a su mamá. "Gracias por ayudarme, mamá. Ser grande es increíble. ¡No puedo esperar para jugar más fútbol!"

La señora Sofía lo abrazó con cariño. "Siempre estaré aquí para apoyarte, mi amor. Te amo, campeón."

Y así, Mateo comprendió que crecer puede dar miedo a veces, pero con apoyo y determinación, ¡podía lograr grandes cosas! Desde ese día, el pañal quedó atrás y Mateo se convirtió en un experto en jugar y disfrutar de su niñez.

En casa todos estaban felices. Mateo había dado un gran paso y se sentía orgulloso. Ahora podía jugar como siempre había deseado, y lo habían logrado juntos, como una familia.

FIN.

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