El Gran Cambio de Niño y la Urraca
Había una vez un niño llamado Lucas, que a sus cinco años aún tenía un par de chupetes en su habitación. Pero Lucas estaba creciendo y se dio cuenta de que ya era hora de dejarlos atrás. Una mañana, su madre le dijo:
- Lucas, ya sos un niño grande. ¿No crees que deberías dejar los chupetes?
Lucas, que siempre escuchaba a su mamá, asintió un poco inseguro. Al salir al jardín, vio a una urraca que estaba picoteando por allí. La urraca era hermosa, con plumas negras y un brillo especial en sus ojos.
- ¿Qué te pasa, pequeño? - le preguntó la urraca, que podía hablar.
- No sé si debo dejar mis chupetes. - dijo Lucas.
- ¿Por qué no me los das a mí? - sugirió la urraca.
Lucas, sorprendido, preguntó:
- ¿Tú quieres mis chupetes?
- ¡Claro! A mí me encanta hacer un nido cómodo. - respondió la urraca. Entonces, Lucas decidió que esa podía ser una buena idea.
Esa tarde, fue a buscar sus chupetes y, aunque le costó un poco, le explicó a la urraca:
- Aquí tienes. ¡Usalos para crear tu nido!
La urraca se puso muy contenta.
- ¡Ay, gracias, Lucas! – exclamó mientras revoloteaba alrededor de él.
Días pasaron y, aunque al principio Lucas sentía un vacío sin sus chupetes, empezó a darse cuenta de que podía hacer otras cosas divertidas:
- ¡Mirá! Ahora puedo andar en bicicleta y jugar al fútbol. - le dijo a su mamá un día.
Su madre sonrió y le dio un abrazo.
Mientras tanto, la urraca estaba ocupada.
- ¡Mirá mi nido! - gritó un día desde la rama de un árbol.
Lucas miró hacia arriba y vio el nido lleno de colores brillantes y otros objetos que la urraca había ido recolectando.
- ¡Es increíble! - dijo Lucas asombrado.
La urraca le dijo:
- Todo gracias a tus chupetes.
Lucas comenzó a contar a sus amigos sobre su decisión de dejar los chupetes y cómo había ayudado a la urraca a hacer su nido.
- Esto es genial, Lucas. – dijo su amigo Martín.
Una tarde, una fuerte tormenta llegó a la ciudad.
- ¡Oh no! Espero que la urraca esté bien! - dijo Lucas preocupado.
Cuando terminó la tormenta, corrió al jardín y vio que el nido estaba intacto, aferrado firmemente a la rama.
- ¡Urraca! - gritó Lucas.
- ¡Aquí estoy! - respondió la urraca.
- ¿Tu nido está bien?
- Sí, gracias a tus chupetes. - dijo la urraca.
A partir de ese día, Lucas se sintió más feliz y seguro.
- ¡Gracias por ayudarme a crecer! - le dijo la urraca.
- Siempre estaré aquí para ayudarte, amiga. - respondió Lucas.
Y así, Lucas y la urraca se hicieron grandes amigos. Con cada día que pasaba, Lucas se sentía más orgulloso de su decisión. Aprendió que a veces hay que dejar ir cosas que ya no se necesitan para hacer espacio para nuevas aventuras. Su vida sin chupetes estaba llena de juegos, risas y una gran amistad.
- ¡Hasta pronto, urraca! - le dijo al final del día.
- ¡Hasta pronto, Lucas! – respondió la urraca. Y así, ambos miraron hacia el cielo, pensando en lo que les traería el mañana.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.