El Gran Cambio de Pablito
Era un soleado noviembre en la Escuela Primaria Juan Pablo. Los pasillos estaban decorados con dibujos coloridos preparados por los alumnos para las exposiciones de fin de año. Sin embargo, el ambiente en la escuela era tenso. La directora, la Sra. Rodríguez, había anunciado que este mes habría evaluaciones finales y muchos estudiantes se sentían estresados.
Entre ellos estaba Pablito, un niño con gran potencial pero que solía dejarse llevar por sus emociones. A menudo, Pablito se enfadaba con sus compañeros y llegó incluso a insultar cuando algo no le salía como esperaba.
Uno de esos días, Pablito se encontraba en el aula, mirando por la ventana mientras la Sra. Gómez, su maestra de matemáticas, explicaba fracciones.
"¡Es imposible entender esto!" - exclamó Pablito, queriendo llamar la atención.
"Pablito, no te rindas tan fácilmente. Cada problema tiene su solución", le respondió la Sra. Gómez con paciencia.
"¡Pero es que mis compañeros son unos tontos! ¡No saben nada!" - gritó, sintiendo que la frustración lo invadía.
Los compañeros se miraron entre sí, sorprendidos por su reacción.
En ese momento, el pequeño Martín, su amigo de toda la vida, le dijo:
"Pablito, si seguimos insultándonos, no podremos ayudarnos en la clase. ¡Vamos, intentá de nuevo!"
Pablito se cruzó de brazos y se quedó en silencio, pero en su interior algo comenzó a cambiar. Esa misma semana, la Sra. Rodríguez había anunciado un concurso para premiar a los estudiantes que se destacaran en diferentes áreas, y todo el mundo estaba emocionado, excepto Pablito.
En la siguiente clase de arte, la maestra Ana les pidió que trabajaran en un proyecto grupal.
"¡Quiero ser el mejor y ganar un premio!" - exclamó Pablito.
"Podrías ser el mejor si trabajamos todos juntos", sugirió Martín.
"No necesito de nadie, puedo hacerlo solo" - dijo Pablito, irritado.
Los días pasaban y la presión de las evaluaciones aumentaba. Pablito seguía aislándose, hasta que un día, en el recreo, su frustración estalló.
"¡No soportan nada, son unos inútiles!" - gritó, tirando la pelota lejos.
Los demás niños se alejaron, sintiéndose tristes y molestos. Martín decidió acercarse a Pablito.
"Está bien, a veces es difícil, pero no necesitamos discutir. Somos amigos, ¿no?"
Pablito miró a su amigo, arrepentido por lo dicho. De repente, se dio cuenta de que nadie quería jugar con él. Aquello lo hizo reflexionar.
"Perdón, Martín. A veces me siento muy presionado y no sé cómo manejarlas. No quería hacerte sentir mal".
"Entendí. Todos estamos estresados. Pero los amigos están para apoyarse, no para pelear" - dijo Martín, sonriendo.
Fue así como Pablito comprendió que, aunque las evaluaciones y el fin de año podían ser abrumadores, no estaba solo. Decidió dejar los insultos y trabajar en equipo con sus compañeros, apoyándose en ellos.
La Sra. Gómez notó un cambio en él y lo elogió durante una de las clases.
"Pablito, veo que has mejorado mucho. Sigo esperando mucho más de vos. ¡Sigue así!"
Al final de noviembre, llegó el día de la premiación. La Sra. Rodríguez, con su habitual rostro serio, presentó a los ganadores de cada categoría. Al escuchar su nombre, Pablito sintió una mezcla de alegría y sorpresa.
"¿Yo? ¡No puede ser!" - gritó emocionado.
"¡Felicidades, Pablito! Has demostrado que el verdadero valor está en aprender a trabajar en equipo y ayudar a los demás" - dijo la Sra. Rodríguez con una sonrisa, lo que sorprendió a todos, incluida ella misma.
Desde ese día, Pablito se convirtió en un ejemplo dentro de la escuela. Aprendió a manejar su estrés y, lo más importante, a valorar a sus compañeros.
Así, en la Escuela Primaria Juan Pablo, el ambiente se llenó de alegría y colaboración. Y Pablito, el niño que una vez insultó, se convirtió en el amigo que todos admiraban por su valentía y cambio.
Fin.
FIN.