El Gran Cambio de Paula



Era una mañana soleada en el barrio de Paula, y ella estaba llena de nervios porque ese día iba a ser su último en el Caif. Desde que era muy pequeña, había disfrutado de jugar con sus amigos, pintar y escuchar cuentos. Pero hoy, al despertar, sintió que estaba lista para dar un gran paso: ir a la escuela primaria.

- Mamá, ¿ya estoy grande para ir a la escuela? - le preguntó Paula mientras desayunaba.

- Claro, mi amor. Ya estás lista. Te espera un mundo nuevo lleno de aprendizajes - le respondió su mamá con una sonrisa.

Paula suspiró y miró por la ventana hacia el parque donde siempre jugaba. Vio a sus amigos jugando a la pelota y sintió un cosquilleo en el estómago. No quería dejar de verlos todos los días, pero sabía que la escuela era un lugar donde podría aprender muchas cosas nuevas.

El día transcurrió entre juegos y risas. En el Caif, la maestra Ana les preparó una despedida especial.

- Hoy celebramos a Paula, nuestra gran amiga que se va a la escuela, - dijo la maestra Ana. - ¡Vamos a bailar y a jugar todos juntos!

Paula se sintió emocionada y un poco triste. Justo cuando estaba a punto de llorar, su mejor amiga, Sofía, la abrazó.

- No te preocupes, Paula. Siempre vamos a estar en contacto. ¡Podemos hacer una reunión en el parque los fines de semana! - le dijo Sofía animada.

Esa idea le hizo sonreír a Paula. Llenaron su tarde con juegos, abrazos y hasta le regalaron dibujitos para que los llevara a la escuela. Cuando llegó a casa, se sintió un poco más tranquila.

El día siguiente llegó volando, y Paula despertó con una mezcla de emoción y nervios. Su mamá la llevó a su nueva escuela, donde conoció a su maestra, la señora Laura.

- ¡Bienvenida, Paula! Estoy muy contenta de tenerte en mi clase - le dijo la señora Laura.

La clase era más grande que el Caif, pero también había muchos niños sonrientes. Paula se sentó al lado de un niño llamado Tomás, que también parecía un poco asustado. Se miraron y se sonrieron.

- Hola, soy Paula - dijo ella tímidamente.

- Yo soy Tomás. ¿Te gusta dibujar? - preguntó él, mientras sacaba de su mochila un cuaderno lleno de dibujos.

Paula sintió un alivio. ¡Tomás también amaba el dibujo! Pronto terminaron dibujando juntos, y entre risas se hicieron amigos. Sin embargo, no todo fue fácil. Durante la primera semana, Paula extrañó mucho a sus amigos del Caif.

Una tarde, Paula regresó a casa y le confesó a su mamá:

- Extraño a Sofía y a los juegos. En la escuela es más diferente.

- Es normal extrañar, pero estás haciendo nuevos amigos también. A veces hay que enfrentar cambios para crecer, - le explicó su mamá.

La respuesta de su mamá resonó en su corazón. Cada día que pasaba, Paula se adaptaba más y más a su nueva vida, aprendiendo matemáticas, ciencias y disfrutando los recreos con Tomás y otros compañeros. Pero la emoción no se detuvo ahí. Una semana después, la señora Laura avisó que iba a haber un concurso de talentos en la escuela.

- ¡Chicos! Quiero que participen en un espectáculo de talentos. Es una oportunidad para mostrar lo que saben hacer - anunció la señora Laura entusiasta.

Paula sintió un cosquilleo en el estómago. Desde pequeña, le había encantado bailar y hacer mímicas, y deseaba participar, pero también tenía miedo de hacerlo sola.

- ¿Te gustaría bailar conmigo en el concurso? - le preguntó Tomás al notar su incertidumbre. - Podemos hacer un dueto.

Paula brilló de felicidad. Juntos ensayaron en el tiempo libre, y cada vez se sentían más cómodos y felices. Finalmente, llegó el día del concurso. Los nervios estaban a flor de piel, pero Tomás tomó de la mano a Paula y le dijo:

- ¡Vamos, nosotros podemos! - le sonrió.

Cuando llegó su turno, subieron al escenario y, dejando atrás la inseguridad, comenzaron a bailar. La música llenó el ambiente, y al finalizar, el público estalló en aplausos. Paula y Tomás se miraron con sorpresa y alegría.

Al finalizar el concurso, Paula se dio cuenta de que había aprendido a enfrentar sus miedos y también que estaba creando nuevos recuerdos junto a nuevos amigos. Ese cambio había sido difícil al principio, pero también fue una gran oportunidad para crecer y descubrir lo que realmente le gustaba hacer.

Cuando llegó a casa, emocionada le contó a su mamá:

- ¡Bailamos y recibimos muchos aplausos! ¡Fue increíble! No pensé que podía disfrutar tanto la escuela.

De esa manera, Paula aprendió que aunque dejar atrás cosas que ama puede ser difícil, siempre hay nuevas experiencias y amistades esperándola. La escuela se volvió un lugar lleno de amor y aventuras, y Paula nunca olvidará sus días en el Caif, pero tampoco a sus nuevos amigos y todas las cosas maravillosas que estaba aprendiendo. Sin duda, su valiente decisión había abierto una puerta a un mundo nuevo y emocionante.

- ¡Estoy lista para lo que venga! - pensó Paula, sonriendo mientras miraba al cielo estrellado desde su ventana. - Este es solo el comienzo de mi historia.

FIN.

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