El Gran Cambio en la Escuela del Bosque



Era un día soleado en el pueblito de Valle Verde, donde se encontraba la escuela más bonita de todas: la Escuela del Bosque. Estaba construída entre los árboles altos y frondosos, y sus aulas estaban llenas de vida. Los alumnos, un grupo de niños y niñas curiosos, aprendían sobre la naturaleza y la importancia de cuidar el medio ambiente.

Un día, la maestra Lía, una mujer apasionada por la educación y la naturaleza, decidió que era hora de hacer algo especial.

"Hoy vamos a tener una clase diferente", anunció Lía emocionada. "Vamos a hacer un proyecto de reciclaje y plantar un árbol en el patio de la escuela."

Los chicos aplaudieron y comenzaron a discutir ideas. Pero había un problema: Oso, un niño un poco travieso y que siempre estaba buscando formas de evitar las tareas, se quedó mirando desde un rincón.

"¿Para qué gastar tiempo en eso?", se quejó Oso. "¡Si ya tenemos suficientes árboles!"

La maestra Lía le sonrió.

"Oso, cada árbol que plantamos es un hogar para muchos animales, y además nos ayuda a respirar aire puro. Cada pequeño esfuerzo cuenta."

Oso frunció el ceño, no estaba convencido, pero Lía le dio una idea que lo hizo dudar.

"¿Qué tal si, además de plantar un árbol, hacemos un concurso? El grupo que recolecte más botellas de plástico, ganará una excursión al bosque. ¿Qué te parece, Oso?"

Oso, emocionado con la idea de una excursión, decidió unirse.

"Bueno, está bien, ¡yo quiero ir!"

Los días pasaron y los niños comenzaron a desafiarse para recolectar la mayor cantidad de plástico posible. Todos participaron, incluso Oso, quien se encontraba cada día más comprometido con el proyecto.

Pero, en medio de la recolección, un día, Oso encontró algo curioso.

"¡Chicos, miren esto!" gritó mientras sostenía una extraña esfera brillante.

Los niños se acercaron, intrigados.

"¿Qué es eso?" preguntó Sofía, una de sus compañeras.

"Parece una pelota, pero nunca vi una así - dijo Leo, otro compañero - ¡Es como de otro planeta!"

Oso pensó que tal vez era un premio del universo por ser bondadoso y decidió llevarla a la maestra Lía.

"Maestra Lía, encontré esto, ¿qué hacemos?"

Lía se acercó, observó la esfera y, con una sonrisa en su rostro, dijo.

"Quizás esta esfera sea un recordatorio del esfuerzo que estamos haciendo. Si cuidamos de nuestro planeta, él cuidará de nosotros."

Oso, inspirado por las palabras de su maestra, resolvió no solo recolectar plástico, sino también ayudar a sus amigos.

"¡Vamos a trabajar en equipo, chicos!" propuso.

Desde ese momento, el grupo se unió más que nunca. Se ayudaban entre sí, e incluso Oso organizó un día para limpiar el parque del pueblo. Gracias a su entusiasmo, todos decidieron dedicar un tiempo después de clases a cuidar de su entorno.

El día del concurso llegó y los chicos trajeron montones de botellas recicladas. Habían recolectado mucho más de lo que pensaban. Oso, con una gran sonrisa, se acercó a Lía.

"¡Lo logramos, maestra!"

"Sí, Oso, me siento muy orgullosa de todos ustedes. No solo aprendieron a reciclar, sino también a trabajar en equipo y cuidar nuestro hogar."

Cuando llegó el momento de anunciar al ganador, la maestra Lía dijo:

"El premio es para todos, porque todos han puesto su esfuerzo. La excursión será una celebración de nuestro trabajo juntos."

Los niños brincaron de alegría. Oso, antes escéptico y travieso, había aprendido el valor del trabajo en equipo y la importancia de cuidar el planeta.

A partir de ese día, la Escuela del Bosque no solo enseñó a sus alumnos sobre la naturaleza, sino que formó pequeños guardianes del medio ambiente. Cada proyecto y actividad se volvió una nueva aventura donde ellos aprendieron, compartieron y crecieron juntos.

Y así, el brillo de aquella esfera dejó una huella especial en los corazones de cada niño. Nunca olvidaron su singular misión: cuidar su mundo. Y Oso, ahora un líder entusiasta, nunca se cansó de buscar nuevas formas de ayudar a su escuela y su pueblo.

FIN.

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