El Gran Campeonato de Juegolandia
En una soleada mañana en el barrio de La Alegría, Amber, una perra dorada y llena de energía, y Canela, una traviesa gatita atigrada, estaban listas para comenzar su día. Los dos amigos, que vivían en la misma casa, siempre jugaban juntos, pero a veces, su diversión se convertía en algunas pequeñas peleas.
"¡Vamos, Canela! Te desafío a una carrera!" - exclamó Amber, moviendo su cola con emoción.
"¡Acepto el desafío! Pero te advierto que soy más rápida de lo que parezco" - respondió Canela, con una sonrisa traviesa en su rostro.
Así, los dos amigos se pusieron en posición de salida. Cuentan hasta tres y, ¡pum! , salieron corriendo por el jardín. Amber, con su gran zancada, tomó la delantera, pero Canela, utilizando su agilidad, se escabulló entre las flores y rápidamente logró alcanzarla.
Mientras corrían, el viento jugueteaba con sus pelajes. "¡Es una linda mañana para jugar!" pensó Amber mientras veía a Canela pasar de un lado al otro, como un rayo.
Al llegar a la línea de meta (un viejo tronco de madera), las dos mascotas estaban exhaustas pero felices.
"¡Ganaste, Canela! Sos increíble!" - dijo Amber, jadeando.
"Gracias, pero tengo un secreto... ¡Tú me diste el empujoncito que necesitaba!" - respondió Canela, guiñando un ojo.
Después de unas cuantas carreras y risas, decidieron jugar a un nuevo juego, invitaron a otros animales del barrio. Así fue como se organizó el Gran Campeonato de Juegolandia. Los animales de distintas calles comenzaron a llegar: el loro Lucho, la tortuga Tula, y hasta el perro de la vecina, Rocco.
"¡Vamos a organizar carreras!" - gritó Amber emocionada.
"¡Y a ver quién puede atrapar la pelota más rápido!" - agregó Canela.
Con mucho entusiasmo, empezaron a hacer grupos y cada uno eligió su juego. Sin embargo, al ser un campeonato con tantos participantes, comenzaron a aparecer algunos inconvenientes.
"¡Ey, Rocco! ¡No te comas la pelota!" - exclamó Tula mientras intentaba alcanzar una pelota que había caído cerca del perro glotón.
"¡Eso no es justo!" - protestó Lucho, volando en círculo sobre la cabeza de Rocco.
Las pequeñas discusiones comenzaron a escalar, y lo que comenzó siendo un divertido día de juegos se transformó en un gran desorden.
"Chicos, paremos un momento" - dijo Amber, al ver cómo todos estaban enojados.
"Sí, estamos aquí para divertirnos. ¿No recuerdan lo divertido que era jugar juntos?" - añadió Canela.
Fue así que Amber, Canela y los demás animales se sentaron en círculo.
"Hagamos una ronda de disculpas, así podemos seguir jugando y disfrutar de este campeonato juntos" - sugirió Tula, moviendo su cabeza lentamente.
"Estoy de acuerdo, eso suena muy amistoso" - dijo Rocco, moviendo su cola.
Poco a poco, cada uno fue hablando sobre lo que les había molestado y luego se disculpaban. Al final, todos comenzaron a reírse y a entenderse mejor.
"¡Listo! Ahora, ¡volvamos a jugar!" - exclamó Canela, más emocionada que nunca.
Finalmente, decidieron hacer un juego en equipo en vez de competencias individuales, donde todos los animales debían colaborar para ganar. Así, idearon el ‘Juego de la Pelota Gigante’. Todos debían empujar una pelota enorme hacia la meta, utilizando su fuerza, ágilmente y, sobre todo, trabajando unidos.
Tras un rato de juego, todos se sintieron felices y cansados. Al caer el sol, ya se habían hecho muchas nuevas amistades.
"Hoy aprendí que es mejor jugar juntos que pelear por un premio" - reflexionó Amber, mientras se tumbaba en el brillante césped.
"¡Exacto! La verdadera diversión es compartir, no competir" - concluyó Canela, rascándose la pancita.
Desde ese día, Amber y Canela aprendieron a resolver sus diferencias y siempre recordaron que jugar en equipo es lo que realmente cuenta, llenando cada día de risas y aventuras en Juegolandia.
FIN.