El Gran Campeonato de Salto



Era un hermoso día de sol en el pequeño pueblo de La Esperanza. Un lugar lleno de risas, juegos y aventuras. En una de las casas del camino principal, vivía un niño llamado Tomás. A Tomás le encantaba jugar al aire libre, especialmente con su mejor amigo, un perro llamado Max.

Max era un perro muy juguetón, de pelaje dorado y ojos brillantes. Siempre que Tomás salía al jardín, Max corría hacia él moviendo su cola entusiasmado. Eran inseparables. Un día, Tomás tuvo una idea brillante.

- “Max, ¿quieres hacer algo especial hoy? ” - le preguntó Tomás mientras acariciaba la cabeza de su amigo.

- “¡Guau! ¡Sí! ” - respondió Max, dando un salto alto y moviendo su cola aún más rápido.

Tomás corrió hacia el cobertizo y sacó una pelota de tenis desgastada.

- “Vamos a un campeonato de saltos, Max. ¡Veremos quién puede saltar más alto! ” - dijo Tomás con una sonrisa.

Ambos se dirigieron al parque, donde había un grupo de niños jugando. Al ver a Tomás y a Max, se acercaron curiosos.

- “¿Qué están haciendo? ” - preguntó Ana, una niña con coletas.

- “Vamos a tener un campeonato de saltos. ¿Alguien quiere unirse? ” - sonrió Tomás entusiasmado.

Los niños se miraron entre sí y comenzaron a animarse.

- “Yo quiero participar con mi gato, Tigre. ¡Seguro que salta alto! ” - dijo Lucas.

- “Yo traigo a mi hermana, ella puede saltar muy alto” - agregó Valentina.

Finalmente, el grupo de amigos decidió que todos participarían. Así que comenzaron a planear el campeonato. Cada niño eligió a su compañero: algunos con perros, otros con gatos, y hasta un par con conejitos.

- “Primero, yo voy a demostrar cómo se hace” - dijo Tomás con confianza, mientras se preparaba para saltar.

Tomás corrió y, en un movimiento ágil, saltó con la pelota en la mano. Todos aplaudieron mientras Max ladraba emocionado.

Luego fue el turno de Ana y Tigre. Ana corría, pero justo cuando estaba por saltar, Tigre se asustó al ver a un pájaro volar bajo.

- “¡No, Tigre! ¡Salta! ” - gritó Ana. Pero el gato solo se quedó mirando al pájaro. Todos rieron, y Ana se unió a las risas.

- “¡No te preocupes! Tigre es un gran espectador, ¿verdad? ” - dijo Tomás.

Max, viendo la situación, corrió hacia Ana, haciendo un salto espectacular.

- “¡Mirá, Ana! ¡Esto se trata de divertirse más que de ganar! ” - animó Tomás.

Después de que todos tuvieron su turno, llegó el momento de la gran final. Había un empate entre Tomás y su amigo Diego con su perro, Bongo.

- “¡Definamos el campeón con un salto final! ” - propuso Diego. Todos estuvieron de acuerdo. El parque estaba lleno de energía y emoción.

Tomás y Diego se alinearon, mientras sus perros ladraban con emoción. Ambos corrieron y saltaron al mismo tiempo. Fue un salto increíble, pero justo en ese momento, Max se dio cuenta de un pequeño niño que estaba triste a un costado.

- “¡Max, no! ” - gritaron Tomás y Diego al ver que Max había dejado la competencia para correr hacia el niño.

El perro se acercó al niño, moviendo su cola.

- “¿Por qué estás triste? ” - le preguntó Max con ladridos cariñosos.

El niño, sorprendido, dijo: - “No tengo amigos para jugar”, y su carita tenía un dejo de melancolía.

Max le dio un suave ladrido y se acercó más al niño, como alentándolo a unirse. Tomás y Diego, al ver esto, decidieron detener el campeonato.

- “¿Sabes qué? No necesitamos un ganador. ¡Lo que realmente importa es jugar todos juntos! ” - dijo Tomás.

Los niños asintieron. Todos se acercaron al nuevo amigo y le preguntaron su nombre.

- “Me llamo Santi”, respondió tímidamente.

- “¡Entonces ven a jugar con nosotros! ” - exclamó Ana.

Santi sonrió, y pronto se unió a ellos, corriendo detrás de Max y la pelota.

Finalmente, en vez de una competencia, hicieron un gran juego de equipo, donde todos participaban y se divertían.

- “¡Eso es lo mejor! ¡Juego es igual a amistad! ” - gritó Tomás feliz.

Desde ese día, el grupo se volvió inseparable, y cada vez que jugaban, no solo disfrutaban saltar y correr, sino que también aprendieron que compartir y ser amables era lo que realmente hacía grande a la diversión.

Y así, en el pequeño pueblo de La Esperanza, no solo hicieron un campeonato de saltos, sino que también cosecharon un montón de nuevas amistades.

¡Y Max seguía siendo el mejor perro del mundo!

FIN.

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