El Gran Canto del Señor Tito



En un pueblito lleno de risas y colores, vivía un señor llamado Tito. Tito siempre había soñado con abrir un teatro en su pueblo, un lugar donde todos pudieran contar sus historias, cantar sus canciones y disfrutar de espectáculos llenos de alegría. Sin embargo, había un pequeño problema: Tito no tenía dinero para hacerlo.

Un día, mientras caminaba por la plaza, le vino una idea brillante. "¡Ya sé! Haré una competencia de canto y así recaudaré dinero para mi teatro"-, pensó emocionado. Tito se puso a trabajar de inmediato, haciendo volantes y hablando con todos los vecinos.

Cuando se enteraron de la competencia, la noticia corrió como la pólvora. Todos querían participar: los niños, las mamás, los papás, e incluso los abuelos. El día de la competencia, la plaza se llenó de colores y risas.

"¡Bienvenidos todos! Estoy muy feliz de que estén aquí para ayudarme a construir el teatro"-, anunció Tito, mientras el público aplaudía con entusiasmo.

Las inscripciones abrían una semana antes y cada participante debía pagar un pequeño monto. Nadie se quejó, porque todos querían mostrar su talento. Desde la pequeña Lulú, que era famosa por sus canciones alegres, hasta Don Raúl, el abuelo que siempre contaba historias de su juventud.

"Yo quiero cantar una canción muy bonita, la de los pájaros"-, dijo Lulú con una gran sonrisa.

"Yo voy a cantar la canción que me enseñó mi abuela de cuando era chico"-, agregó Don Raúl con un guiño.

Mientras tanto, las semanas pasaban y Tito se ocupaba de los ensayos. Todo iba bien hasta que un día, llegó una carta misteriosa a la puerta de su casa. La carta contenía una advertencia: "Si no haces la competencia con un jurado reconocido, la gente no vendrá"-. Tito se sintió desanimado, pero no iba a rendirse tan fácilmente. Él mismo se convirtió en su propio jurado, y pidió a sus amigos de otras ciudades que vinieran a ayudarlo.

Finalmente, llegó el gran día. El sol brillaba y la plaza estaba llena de gente, entusiasmada por escuchar las melodías que resonarían en el aire. Tito miró a su alrededor y vio a todos con sonrisas en sus rostros. "Hoy, no solo competimos, sino que también compartimos lo que amamos"-, dijo antes de iniciar el evento.

Cada participante subió al escenario con nervios pero con entusiasmo. Cuando llegó el turno de Lulú, una niña con un hermoso vestido rosa, el silencio llenó la plaza. Ella cantó con el corazón y todos la aplaudieron de pie. Así continuaron los demás, uno a uno, cada uno con su canto especial.

Pero en medio de la competencia, algo inesperado sucedió. Mientras Don Raúl cantaba, se le olvidó la letra. Se detuvo y miró al público, sonrojándose. "Lo siento, me parece que mi memoria ya tiene muchos años"-, dijo entre risas. En ese momento, Lulú corrió hacia él y le susurró la letra de su canción. "¡Canta junto a mí!"-, le dijo, y así, juntos, continuaron el canto. El público los ovacionó con aplausos y risas.

La competencia terminó con un gran éxito. Todos se sintieron ganadores, y Tito recaudó lo suficiente para comenzar la construcción de su teatro.

"Quiero que este lugar sea un espacio para que todos puedan crear y compartir", dijo Tito mientras miraba los planos de su nuevo teatro.

El pueblo se unió para ayudar a construir el teatro. Todos los domingos, llevaban materiales, pintaban las paredes y hacían de su sueño una hermosa realidad. Tito nunca olvidó cómo la comunidad se unió para hacer posible su sueño.

Finalmente, un día, el teatro se inauguró. "Hoy celebramos no solo la apertura de este lugar, sino también la amistad y la unión que hemos encontrado en el camino"-, dijo Tito emocionado, mientras todos aplaudían. Desde ese momento, el teatro fue un espacio donde todos podían cantar, contar historias y, sobre todo, compartir la alegría de ser parte de una gran familia. Y así, el sueño de Tito no solo se hizo realidad, sino que se convirtió en el corazón del pueblo, un lugar donde el canto y la risa nunca cesaron.

FIN.

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