El Gran Caos de la Universidad
Era un día soleado en la ciudad de Buenos Aires, cuando un grupo de universitarios decidió organizar una tarde de juegos para los niños del barrio. El salón de la universidad se llenó de risas y colores. Había mesas con juegos de mesa, una zona de artesanías y un rincón de cuentos.
- ¡Vamos a hacer que esta sea una tarde inolvidable! - dijo Ana, una universitaria entusiasta.
Los niños llegaron emocionados, corriendo por el pasillo. Entre ellos estaba Lucas, un niño curioso que siempre soñaba con ser un gran inventor.
- ¡Miren cuántos juegos! - exclamó Lucas, llenándose de energía.
Los universitarios explicaron a los niños las diferentes actividades que podían hacer: jugar a las cartas, crear manualidades y contar historias. Sin embargo, lo que no sabían era que, al poco tiempo, todo se transformaría en un gran caos.
Mientras Ana organizaba un juego de mesa, dos niños decidieron comenzar a jugar a una pelota en medio del salón. Sin quererlo, el balón golpeó la mesa de la manualidad, derribando todos los materiales.
- ¡Ay, no! - gritó Ana. - Vení, chicos, vamos a recoger todo.
Pero los niños, en lugar de ayudar, se pusieron a recoger todo rápidamente y a reírse a carcajadas, creando más desorden. Un grupo decidió que jugar al escondite era mejor idea. Entonces, todos los niños comenzaron a correr y a esconderse detrás de las mesas.
- ¡Esto se está volviendo caótico! - dijo Javier, otro estudiante, mientras intentaba en vano calmar a los pequeños.
De repente, Lucas tuvo una idea brillante. Hizo un llamado a todos:
- ¡Chicos! ¿Qué tal si hacemos un gran juego de búsqueda del tesoro? Podemos trabajar juntos y organizar todos los desordenes al mismo tiempo.
Los niños, emocionados, comenzaron a dejar de lado el caos y se pusieron en fila. Lucas explicó las reglas: cada equipo debía encontrar objetos que estaban escondidos por todo el salón, y al final, trabajar juntos para crear un gran mural de sus hallazgos.
Las risas y los gritos se convirtieron en un sinfín de murmullos de emoción colaborativa. Los niños, guiados por los universitarios, buscaron, encontraron pequeños tesoros y volvieron a sus mesas. En lugar de más desorden, comenzaron a pegar sus hallazgos en la cartulina con entusiasmo.
- ¡Miren lo que encontramos! - decía uno de los niños, mostrando una tapita de botella.
- ¡Y yo encontré una pluma! - exclamó otro.
Los universitarios les ayudaban a pegar todo, uniendo los objetos en una colorida obra de arte. Al final del día, no solo habían limpiado el caos, sino que habían creado algo hermoso todos juntos.
- ¡Lo hicimos! - gritó Lucas, mientras se alineaban para sacar una foto del mural.
- Esto es un gran trabajo en equipo - comentó Ana, mientras se tomaban la foto.
El murallo representó todos sus esfuerzos, y sobre todo, la importancia de trabajar juntos y resolver problemas. Los universitarios se sintieron felices al ver cómo, en lugar de dejar que el caos prevaleciera, los niños se unieron para crear algo positivo.
El día terminó con abrazos, risas y la promesa de volver a compartir una tarde más juntos. Desde ese día, el salón de la universidad no solo era un espacio de estudio, sino que también se convirtió en un lugar donde la creatividad y la cooperación brillaban.
Y así, el caos se convirtió en un gran recuerdo de amistad y aprendizaje.
FIN.